Nati de Ancos, madre de Rodri, paciente de la URI del Hospital Beata María Ana, anima a los padres a no rendirse porque, aunque cuesta encontrarlas, “sí hay opciones para rehabilitar el daño cerebral infantil” Rodrigo Iranzo se levanta cada mañana, se ducha y llega al colegio a su hora. Cursa 2º de la ESO y en la última evaluación sólo suspendió ‘mates’. Luego las ha recuperado con un 7. Esto, aparentemente ‘normal’ para un chico de 14 años, deja de serlo si recordamos que hace año y medio dejaba un hospital general en silla de ruedas, no hablaba, tenía incontinencia, no conseguía comer y se ahogaba con los líquidos.
El 23 de agosto de 2010 daba un paseo en bicicleta con su primo cerca de su casa en Ávila. En sus oídos todavía resonaban las notas de “Cumpleaños feliz” que 35 invitados le habían cantado el día anterior. Cumplía 13 y también el deseo de ver reunida a su numerosa familia; ese era el regalo que había pedido: una comida familiar. Inesperadamente se salió del camino, voló despedido y su cabeza chocó contra una roca. Como resultado de ese traumatismo craneoencefálico grave (en el que se rompió la bóveda del cráneo) entró en coma y así permaneció durante 20 días en un hospital de Salamanca.
Rehabilitación infantil especializada
A finales de noviembre de ese mismo año, Rodrigo ingresó en la Unidad de Daño Cerebral Infantil del Hospital Beata María Ana, en Madrid, buscando opciones terapéuticas que parecían no existir. “Tu hijo no puede andar, tiene hemiparesia izquierda, ataxia en el lado derecho, se le cae la baba…, y hay quienes pretenden que te lo lleves a casa sin más. Pero tiene que haber opciones”, se repetían sus padres.
Los padres de Rodrigo perseveraron hasta encontrar un servicio de rehabilitación especializado en niños, convencidos de que la rehabilitación infantil no puede ser igual que la de las personas mayores. Tras contactar con Beatriz Gavilán, neuropsicóloga de la Unidad de Rehabilitación Infantil (URI), decidieron comenzar el tratamiento.
Nati es farmacéutica y madre de seis hijos. El mayor es Rodrigo. Hoy está segura de “haber acertado”. Se deshace en elogios para el equipo de terapeutas de Rodrigo que se coordina con Beatriz Gavilán. “Que llegue a la hora al cole es mérito de Diana Moya, su terapeuta ocupacional; gracias a Estefanía Rodríguez, su logopeda, Rodrigo escribe y entona; con Malena Melogno, su ‘fisio’, ha reaprendido a saltar, correr y de nuevo anda en bici, con rodillos y arnés al principio y, eso sí, ahora siempre con casco. También monta a caballo al paso”, remarca.
En contacto con el colegio
“Nos costó encontrar un centro que reuniera las características que buscábamos, pero lo encontramos en el Hospital Beata y estamos seguros de no habernos equivocado; los resultados están a la vista”, afirma Nati. La doctora Inés Folgado valoró la situación motora inicial de Rodri, planifico la mejor intervención y realizo el seguimiento medico y motor. Rodrigo continúa en tratamiento ambulatorio dos días por semana. El equipo de daño infantil lo conoce muy bien. Según su madre, si está triste o agobiado por los exámenes, no dejan de exigirle, pero lo miman a la vez que le achuchan.
Es un chico fuerte, responsable, muy constante y trabajador. “Siempre lo ha sido”, incide orgullosa su madre, mientras subraya la importancia de la motivación en la rehabilitación: “El equipo en su conjunto es supercompetente y maravilloso. Las terapeutas están coordinadas, hacen mucho hincapié en que no baje su autoestima. Beatriz está en contacto con la orientadora del colegio (Purísima Concepción ‘Las Nieves’) donde estudia Rodrigo, asesora a los profesores y juntos marcan las pautas. Por ejemplo, si ven que flojea en un examen le ayudan con un esquema; si es muy largo y el chico tiene problemas para hacerlo todo escrito, Beatriz sugiere que el examen sea oral”.
Constancia
“Nunca piensas que esto te va a pasar a ti. No te lo esperas. Tienes niños sanos, deportistas, buenos estudiantes… Y cuando todo va sobre ruedas te encuentras en un hospital escuchando: ‘Si sobrevive ya hablaremos de las secuelas’. La época de la UVI es muy dura, pero no te imaginas lo que va a ocurrir cuando despierta”, rememora Nati.
Unos amigos, cuyo hijo había sufrido una caída de un caballo, insistieron a los padres de Rodrigo en que le estimularan desde el principio todo lo posible. “Movedle, movedle. Que haga ejercicios con pies y brazos”. Nati recuerda tres horas de pasillos por el hospital empujando sillas y haciendo todo tipo de ejercicios guiados por una amiga fisioterapeuta: “Piensas que se va a despertar como era él, pero en realidad no despierta de esa forma sino que va recuperandola consciencia. Tú le hablas y no está. Pero no te puedes rendir hasta que te escuche y te entienda. De repente el único objetivo en tu vida es que tu hijo mejore y mejore. Perseverando lo estamos consiguiendo”.