El Dr. José Ignacio Quemada, psiquiatra de Hermanas Hospitalarias Aita Menni y responsable de la Red Menni de Daño Cerebral, habló de las alteraciones psicopatológicas más frecuentes tras un accidente cerebrovascular, en el encuentro para pacientes, familiares y profesionales sanitarios ‘Hablemos de los ictus’. Su intervención suscitó gran interés.
¿Qué es un ictus? ¿Por qué ocurre? ¿Cuáles son sus secuelas? ¿Cómo se valoran? ¿En qué consiste el proceso de rehabilitación y cómo se aborda? ¿Qué pasa tras el alta? El encuentro ‘Hablemos del ictus’, organizado en Bilbao el pasado día 9 con el aval de la Sociedad Española de Neurología (SEN), congregó a pacientes, familias y profesionales de la medicina de distintas especialidades, así como de la logopedia y el trabajo social, entre otras disciplinas, precisamente para charlar, desde distintos puntos de vista, sobre cuestiones como las enunciadas.
Cambia la vida
Los accidentes cerebrovasculares (ACV), hoy más conocidos como ictus (del latín, golpe), sobrevienen de una manera brusca y, cuando sus consecuencias son graves, cambian la vida de las personas afectadas y de sus familias. Y no solo por las secuelas físicas. “A menudo las familias cuentan en consulta que ha cambiado su manera de ser, que el paciente ya no es el mismo. Dicen que han tenido que reconfigurar la relación porque el ictus ha afectado también a aspectos claves de la persona. Uno de los cambios que desespera a muchísimas familias es la apatía, que es la pérdida de iniciativa, la pérdida de interés, la indiferencia por lo que ocurre. Este es un tipo de problema, tan orgánico como la hemiplejia, que al paciente no le molesta mucho, precisamente por ello, pero que al que está al lado realmente le pone de los nervios”, explicó el doctor José Ignacio Quemada.
La irritabilidad y la fatigabilidad son otros de los síntomas más frecuentes. La fatiga se puede traducir en una reducción de la resistencia en el trabajo y en una brusca reducción del rendimiento a media jornada. Asimismo, hay un tercio de pacientes que manifiestan síntomas depresivos significativos. A veces también hay una incontinencia emocional, dificultades a la hora de hacer las tareas complejas, despistes por problemas de atención, de memoria o por una disfunción ejecutiva. Algunas personas dejan de participar en conversaciones en las interacciones sociales debido a un enlentecimiento del procesamiento de la información que puede pasar desapercibido en una conversación pausada de dos personas. Todos estos cambios generan problemas de convivencia; no es voluntad de fastidiar. En el entorno aceptamos mejor la disfunción motora que la pérdida de la capacidad de empatizar” que resulta clave para mantener relaciones sólidas de calidad. “Para manejar estos síntomas primero hay que conocer el problema, después tomar conciencia y, lo siguiente, comprender cómo se generan las dificultades de convivencia; a partir de ahí podemos introducir los cambios: descansos regulares, ajustes de tareas, etc.”, aconsejó.
“Hay que intentar convivir tanto con los síntomas físicos como con los psíquicos. A largo plazo los síntomas psicológicos son los más complicados y los que generan más problemas a las familias. Todos los cambios no tienen solución, pero se puede hacer mucho por mejorar”, aseveró nuestro experto.
Llamar al 112
Previamente, la neuróloga María del Mar Freijo, coordinadora de la Unidad de Ictus del Hospital de Cruces y del Grupo Neurovascular del IIS Biocruces, recordó que los ictus son la segunda causa de muerte en el mundo y la primera de discapacidad en Europa. “Se espera que su incidencia en España aumente un 50% para el año 2050, porque cuanto más mayores somos mayor es la probabilidad”, advirtió. La doctora insistió en que hay que llamar rápidamente al 112 para activar el ‘Código ictus’ cuando alguien muestre síntomas claros, que suelen aparecer juntos, como: falta de movilidad y fuerza en la mitad del cuerpo (cara, brazo y pierna del mismo lado), hormigueo e insensibilidad, pérdida de visión, dificultad de hablar y entender, dolor de cabeza intenso. De esta manera se deriva al paciente al hospital más cercano para que pueda beneficiarse cuanto antes de un tratamiento especializado.
El proceso rehabilitador
En el proceso interviene un equipo multidisciplinar (profesionales de urgencias, de enfermería, de radiología, cardiología, neurología…). También se hacen pruebas para buscar la causa del ictus, para que no se repita. Desde la especialidad de Medicina Física y Rehabilitación —según expuso la doctora Leire Ortiz—, la valoración ha de ser cuanto más precoz mejor: se le mira el balance articular, la longitud muscular, cómo mueve el brazo, cuál es su situación neurológica, la visión, el lenguaje, si se sienta y se pone de pie, cómo camina, etc. y así se decide cómo se va a establecer de una forma global el tratamiento rehabilitador. “En esta fase precoz no nos gusta aventurar un pronóstico, porque muchas veces nos equivocamos”, declaró la médica rehabilitadora.
Pedro Tejada, jefe del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital de Gorliz, explicó que la rehabilitación varía dependiendo de la clínica del paciente “porque si la afectación motora es muy grave y la alteración cognitiva también, las posibilidades del tratamiento rehabilitador son diferentes” y que en el programa intervienen desde auxiliares de enfermería a fisioterapeutas, pasando por logopedas (que tratan no solo el habla sino problemas de la deglución y la disartria) terapeutas ocupacionales (que se encargan sobre todo de restablecer la funcionalidad de la mano para las tareas de la vida diaria) y neuropsicólogos (que se encargan de los problemas cognitivos-conductuales). El especialista subrayó que es fundamental hacer partícipe de esta rehabilitación tanto al paciente como a la familia y que para conseguirlo el Hospital de Gorliz dispone de la ‘Escuela de ictus’, en la que periódicamente participan todos los componentes de este equipo multidisciplinar, ofreciendo recomendaciones y consejos a los pacientes. “Se trata de empoderar tanto a la familia como al paciente para que el tratamiento sea mucho mejor”, dijo el doctor.
Testimonios
Resultó inspiradora la locución de Diana de Arias, que intervino de forma telemática para relatar cómo sufrió un ictus a los 23 años y la forma en que abordó el proceso de recuperación de la funcionalidad hasta llegar a convertirse en la emprendedora creadora del juego de estimulación cognitiva Decedario. “Porque necesitamos un mantenimiento, un trabajo más perdurable en el tiempo y no solo limitado a las sesiones”, declaró.
Desde ATECE Bizkaia, la logopeda Pilar González y la pedagoga Ana Blanco verbalizaron el salto que sigue habiendo cuando se produce el alta. Un momento en que las familias se preguntan ¿qué vamos a hacer?, porque la carga que recibe la familia es muy potente y hay pocos recursos. La opinión general coincidió en que tiene que haber una atención continuada, un acompañamiento, y en que hay que cuidar a las personas cuidadoras.
Especialmente interesante fue escuchar en primera persona las voces de algunos pacientes. Coincidieron en que es necesario que sean tenidos en cuenta en las consultas, buscar y pedir ayuda, no quedarse en casa, encontrar cosas en las que entretenerse, seguir luchando día a día para evolucionar e ir mejorando. Porque con mucha lucha y apoyo se sale adelante y, aunque haya momentos en que se pierda la fuerza, hay que seguir con buena actitud para conseguir buenos resultados.