Dentro del podcast para profesionales de la neurorrehabilitación de NeuronUp, el director de Fundación Hospitalarias: Red de Daño Cerebral y Neurorrehabilitación, conversa con el neuropsicólogo Marcos Ríos sobre el trastorno orgánico de la personalidad, una de las secuelas frecuentes tras una lesión neurológica.
Cuando una persona sufre un daño cerebral pueden producirse cambios que no siempre son visibles, pero que las familias sí perciben. “Ya no es el mismo”. Esa frase que a menudo es escuchada en consulta, resume el desconcierto de quienes conviven con alguien que ha cambiado su forma de ser, de actuar, de reaccionar. Y es que el daño cerebral puede provocar no solo déficits funcionales, sino alteraciones en la personalidad.
En conversación con el neuropsicólogo Marcos Ríos, catedrático de Piscología de la UNED, neuropsicólogo en la Unidad de Daño Cerebral de Fundación Hospitalarias Madrid y uno de los responsables de evaluación neuropsicológica en NeuronUp, el doctor José Ignacio Quemada, director de Fundación Hospitalarias: Red de Daño Cerebral y Neurorrehabilitación, analiza los cambios conductuales y emociones que pueden aparecer tras una lesión en el cerebro, conformando lo que la CIE-10 (clasificación internacional de enfermedades de la OMS) denomina trastorno orgánico de la personalidad (TOP). Este diagnóstico aparece a mitad del siglo XX. Anteriormente se hablaba de síndrome del lóbulo frontal.
Según comenta el doctor en esta entrevista, entre los síntomas más frecuentes destacan la apatía, la desinhibición, la irritabilidad y la falta de conciencia del cambio, un fenómeno conocido como anosognosia. Estos trastornos no solo alteran la vida de las personas que ha sufrido el ictus u otro daño cerebral, sino que reconfiguran la dinámica familiar y social: “Las relaciones se resienten porque quien vuelve tras la lesión no actúa, ni siente, ni reacciona como antes”, señala nuestro psiquiatra.
Quemada subraya que los casos más graves de TOP suelen derivar de traumatismos craneoencefálicos o ictus, especialmente en el hemisferio derecho. Sin embargo, recuerda que cualquier lesión cerebral puede generar un cambio de personalidad. El diagnóstico, subraya, es clínico y relacional: se basa tanto en la observación directa como en el testimonio de familiares y personas allegadas. “Tenemos herramientas que nos permiten describir los problemas, analizarlos y planificar tratamientos” —declara—, no es justificable seguir instalados en el “nihilismo terapéutico”.
Las estrategias de intervención combinan análisis de la conducta, apoyo emocional, psicoeducación familiar y, en algunos casos, tratamiento farmacológico. El objetivo es restaurar la funcionalidad y proteger tanto al paciente como a las personas del entorno.
El futuro, apunta Quemada, pasa por profundizar en el estudio de conceptos como la cognición social en donde se incluye la capacidad de comprender y responder a las emociones propias y ajenas. En varios momentos de su presentación subrayó que los estados afectivos y el procesamiento cognitivo están “íntimamente ligados”. “Separarlos —afirma— no se corresponde con la realidad cerebral”.
El episodio de NeuronUP Talks ofrece una reflexión, dirigida sobre todo a profesionales de la neuropsicología, la psiquiatría y la neurorrehabilitación. Porque detrás de cada lesión cerebral hay una persona que lucha por seguir siendo quien era.