La evaluación de la capacidad para conducir de una persona que ha sufrido una lesión cerebral no puede basarse en un simple test psicotécnico al uso, ha de realizarse de forma holística y, a poder ser, en contextos reales, en carretera o, en su defecto, en un simulador de conducción. Muchas de las personas que han sufrido un ictus u otro daño cerebral pueden demostrar que son capaces de volver a conducir sin riesgo.
A mediados de octubre, la Red Menni organizó en Madrid una jornada monográfica sobre daño cerebral y conducción. La participación en ella de un cualificado panel de expertos, como Juan Pablo Romero o Leandro Di Stasi, aclaraba algunas dudas.
La epilepsia puede ser una de las consecuencias de ictus y otras lesiones cerebrales. ¿Puede condicionar la conducción de un vehículo? Como puede verse en el vídeo inferior, Juan Pablo Romero, neurólogo de la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Beata María Ana, cree que hay que asegurar la adherencia al tratamiento porque efectivamente es así: “El ritmo de recidiva de crisis epilépticas conlleva un riesgo para el conductor y para los otros conductores también”.
Para el neurólogo de nuestra Unidad en Madrid e investigador de la Universidad Francisco de Vitoria, las principales alteraciones sensoriales que afectan a la conducción son las alteraciones visuales; la hemianopsia, sobre todo, que es la dificultad para percibir el campo visual con los dos ojos. “La evaluación debe ser individualizada, porque no todos los pacientes con hemianopsia tienen una conducción insegura”.
El doctor Romero opina que las alteraciones sensoriales pueden limitar la conducción. No obstante, existen estrategias de compensación que hacen que el paciente pueda superar esas limitaciones y pueden permitir una conducción segura. “Existen posibilidades de intervención en cuanto a la conducción segura en pacientes con alteraciones sensoriales: sí. Los pacientes pueden adquirir estrategias de compensación que permitan superar los déficits sensitivos”. En este sentido, “es conveniente que los pacientes sean asesorados y evaluados por el equipo rehabilitador para asegurar que su conducción es segura finalmente después de la rehabilitación”.
Ante la pregunta de si se pueden compensar estas dificultades con gafas o equivalentes el doctor responde afirmativamente: “Las gafas y equivalentes como los prismas, por ejemplo, son herramientas posibles para la compensación de alteraciones sensoriales. Sin embargo la compensación no es tan completa si no se realiza una rehabilitación de los déficits del paciente”. Por último, sobre el uso de medicamentos, además de asegurar que el paciente cumpla las indicaciones del tratamiento, subraya que es muy importante que comprenda cuál es su diagnóstico y cuáles son las limitaciones que tiene.
En DCA no existen dos pacientes iguales
El investigador del programa Ramón y Cajal de la Universidad de Granada y del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento Leandro Di Stasi explicaba que las capacidades cognitivas que influyen en la conducción son varias y variadas, como la atención, la memoria, la velocidad de procesamiento de la información… Pero cada una de ellas individualmente no nos permitiría definir la actitud del conductor. “Tenemos que estudiar esas capacidades de forma holística, global, y ver cómo interaccionan con el contexto en el que nos estamos enfrentando. En este caso, la conducción”, subrayaba.
¿Cómo influyen la atención, la percepción o la toma de decisiones para conducir? Según Di Stasi, “estas tres funciones o capacidades cognitivas lo que nos permitirían es detectar, por ejemplo de forma repentina un posible riesgo que estaría ocurriendo en la conducción. Y eso es lo importante: intentar aplicar estas funciones o estudiar estas funciones en un contexto real de conducción”.
Para el investigador del departamento de Psicología Experimental, los tiempos de reacción en conducción son muy importantes. “El problema al que nosotros nos enfrentamos es intentar definir un umbral de esos tiempos de reacción en un contexto no aplicado”. El rendimiento cognitivo se puede evaluar utilizando pruebas estandarizadas. “Cuando hablamos de daño cerebral, el problema es que no existen dos pacientes iguales. Y entonces, intentar aplicar esos protocolos de evaluación a pacientes específicos lo que podría comprometer es la evaluación final hacia una actitud a la conducción”. “Claramente –a su juicio- la evaluación de la aptitud a la conducción de personas con daño cerebral no se puede basar exclusivamente en un test psicotécnico”. Concluyó subrayando la importancia de que la valoración se haga en contextos reales, en carretera, o en su defecto en un simulador de conducción.