El daño cerebral irrumpe sin previo aviso e incide en la vida de forma determinante. Las secuelas que con frecuencia deja la lesión hacen que raramente se pueda retomar la actividad anterior. Sin embargo, estas dificultades no impiden que las personas que conviven con ellas puedan volver a sentirse útiles. Un grave accidente de tráfico obligó a Arantza Uranga a dejar su profesión de odontóloga. Hoy, 14 años después y tras recibir formación en el Centro Público de Educación de Personas Adultas de Santurtzi, nuestra protagonista es repostera. Dos postres diarios elabora cada mañana y sigue asumiendo tareas.
Oportunidades laborales
Arantza trabaja en la cocina de un restaurante en Bilbao: el Zazpi (Plaza Aita Patxi, 8). Este restaurante, que ya tiene más de diez años, es el Centro Especial de Empleo de Entremanos, una organización creada por APNABI para generar oportunidades laborales para las personas con autismo y otros tipos de discapacidad.
A Entremanos, según nos cuenta su coordinador, Iban Huarte, le preocupa que la mayoría de los adultos con discapacidad vivan sin desempeñar ninguna actividad laboral. Por este motivo, la entidad se centra en la búsqueda de diferentes oportunidades laborales para que estas personas desarrollen una autonomía económica y avancen en su inclusión social.
“No existe tradición en la contratación de personas con discapacidad; todos los esfuerzos se han centrado hasta ahora en los centros especiales de empleo. Pero en Entremanos también abogamos por la inclusión en entornos laborales ordinarios. Dentro de nuestro programa de empleo el año pasado realizamos tres inserciones y este año queremos alcanzar un objetivo similar contactando con empresas socialmente responsables. Es el puesto de trabajo el que tiene que adaptarse al perfil de las personas”, explica Huarte.
La colaboración de Entremanos con la Diputación Foralde Bizkaia, titular del Centro de Día de Daño Cerebral Bekoetxe al que acudía Arantza Uranga, hizo posible su sueño de encontrar un trabajo acorde a sus capacidades. Temerosa en los inicios, cada vez asume más tareas y las hace mejor. Dice que está muy contenta y que no trabaja “por dinero” sino por desarrollo y satisfacción personal. En el año que lleva en el restaurante ya ha escalado un puesto y si continúa superando retos, según Iban Huarte, incluso podría llegar a obtener una plaza en el entrono laboral ordinario.
Exigencia programada
El jefe de cocina del Zazpi, Endika Cantera, decide el recetario e inicialmente busca elaboraciones sencillas, “porque a las personas con discapacidad les cuesta mucho al principio”, pero poco a poco va aumentando el nivel de exigencia “ya que siempre están superándose”. Al cocinero jefe le cuesta enfadarse y reconoce que el ambiente de su cocina no tiene mucho que ver con la competitividad que se respira en otros fogones.
Da gusto verlos trabajar y no digamos nada de los resultados. Por 10 euros el Zazpi ofrece un menú de lunes a viernes muy variado y para chuparse los dedos. La clientela repite, en un 80% está compuesta por personas habituales que trabajan o viven en los alrededores.
En este contexto no es de extrañar que Arantza Uranga esté tan contenta pese al miedo que todavía le da sacar cosas del horno, manejar cuchillos, etc. Pero poco a poco va asumiendo más tareas y, sobre todo, va haciendo muchos amigos. De hecho este año se ha ido de vacaciones con una compañera de trabajo.