Tanto el envejecimiento como el daño cerebral traumático afectan al cerebro y, como consecuencia de ello, se observa una disminución de la velocidad de procesamiento de la información. Esta lentitud puede condicionar la rehabilitación del DCA y manifestarse en un amplio rango de tareas.
La mayoría de los estudios coinciden al indicar que la lentitud en el procesamiento de la información (LPI) es una de las principales alteraciones cognitivas de las personas con traumatismo craneoencefálico (TCE), la esclerosis múltiple (EM) e incluso el envejecimiento. Pero, ¿qué relación existe entre la velocidad de procesamiento de la información (VPI) y otros procesos cognitivos como la memoria, la capacidad de atención o el control ejecutivo? Marcos Ríos Lago, neuropsicólogo de la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Beata María Ana (Madrid) es un experto en estas cuestiones.
Según Ríos, “la VPI refleja la cantidad de información que puede ser procesada por unidad de tiempo o, incluso, la velocidad a la que pueden realizarse una serie de operaciones cognitivas”, pero también podría considerarse “como el tiempo que transcurre desde la aparición del estímulo hasta la ejecución de una respuesta”. Por ello, para nuestro especialista, conviene intentar discernir cuáles son los factores que pueden influir en la velocidad de respuesta: aspectos motivacionales, tener práctica con la tarea (como resultado del aprendizaje y el entrenamiento), prestar atención, la existencia de alteraciones en el estado de ánimo (depresión, ansiedad, etc.), la impulsividad (ligada a una lesión cerebral o al consumo de sustancias), la presencia de apatía, dificultades motoras que puedan condicionar el rendimiento…
Condicionante de la rehabilitación
La ralentización, muy presente en enfermedades que afectan al sistema nervioso central, tiene un gran impacto sobre el funcionamiento de otros procesos cognitivos y, por extensión, sobre la vida cotidiana de los pacientes, ya que afecta a un sinfín de procesos y actividades diarias. En el contexto de la rehabilitación, la LPI puede condicionar el adecuado progreso de la rehabilitación, incide Ríos.
Tradicionalmente se han distinguido dos tipos de velocidad:
- cognitiva: dependiente del software, es decir, de la capacidad de los procesos cognitivos disponibles en esa persona en particular
- estructural: dependiente del hardware, es decir, de la propia estructura y características del sistema nervioso central
No obstante, en la neuropsicología actual no es posible olvidar la relación entre procesos cognitivos y la estructura en la que están implementados. Así, en los modelos actuales la separación entre ambos mecanismos (cognitivos y estructurales) tiende a desaparecer y a día de hoy no existe un consenso claro sobre qué mecanismos influyen en la VPI o la LPI.
Son numerosas las tareas que se han empleado para la evaluación de la VPI: tareas neuropsicológicas tradicionales (clave de números, búsqueda de símbolos, test de Stroop, etc.) y tareas de TR. Ante un fenómeno complejo como el que nos ocupa es posible establecer diferentes tipos de análisis. Tras una lesión el paciente presentaría una lentitud generalizada que afectaría a todo el procesamiento, pero ésta tendría una influencia directa sobre la capacidad para resolver problemas de forma simultánea, sobre la aparición de fatiga, etc. También podría ser que una lesión afectara de modo diferente a cada una de estas estructuras, con un impacto diferencial sobre la VPI.
Anatomía de la velocidad de procesamiento
Los numerosos avances en las técnicas de neuroimagen y del registro de la actividad cerebral están permitiendo aportar información relevante en cuanto a las estructuras que pueden subyacer a la VPI o la lentitud en el procesamiento de información (LPI). La VPI y la LPI se han relacionado más con la sustancia blanca cerebral que con la sustancia gris. Diferentes estudios conductuales y mediante técnicas de neuroimagen han sugerido una relación entre la velocidad y determinadas características del ‘cableado’ cerebral, tales como el diámetro de las vías nerviosas, la integridad de las vainas de mielina, el grado de mielinización, el número de canales iónicos y la eficiencia de las sinapsis.
Tanto el envejecimiento como el daño cerebral traumático afectan de forma difusa al cerebro, y como consecuencia de ello se observa una disminución de la VPI. Estudios neuroanatómicos han mostrado que el daño tras un TCE se produce en las conexiones entre las neuronas y no en la sustancia gris en sí misma.
Pese a la dificultad de extraer conclusiones, Ríos apunta que factores como la gravedad, la cronicidad o la localización de la lesión podrían estar marcando las diferencias descritas en los distintos estudios. Por otro lado, la cuestión sobre la generalidad de la lentitud podría guardar una estrecha relación más con las diferentes fases del procesamiento de información que con las características específicas de las tareas.
Según nuestro neuropsicólogo, aunque las lesiones en la sustancia blanca parecen ser un factor determinante en la VPI, también es posible detectar mecanismos y alteraciones más ‘cognitivos’ y, quizá, ligados a la sustancia gris. Por tanto, es necesario seguir profundizando en esta línea de investigación.
¿Puede mejorar la VPI en pacientes con lesiones cerebrales?
Los mecanismos de regeneración y reorganización en el cerebro tras una lesión son comunes y podrían sustentar la mejoría conductual en cuanto a VPI que muestran estos pacientes en las fases iniciales tras la lesión. Ríos remarca que es preciso descontar de la mejoría durante el proceso de rehabilitación aquellos avances que puedan deberse a la recuperación espontánea. En todo caso, subraya, “es preciso proseguir en esta línea de investigación tratando de delimitar hasta qué momento del proceso de la enfermedad se producen estos cambios espontáneos y, sobre todo, si los procedimientos terapéuticos empleados interaccionan con esta recuperación potenciando sus efectos”.
La efectividad de cada programa de intervención se ha de contrastar y no es posible la generalización de los resultados. En resumen, “es necesario seguir investigando y estudiar la posible interacción entre estrategias rehabilitadoras, fases en el proceso de la enfermedad, interacción con tratamientos farmacológicos, etc., para poder seleccionar con mayor precisión el abordaje más adecuado para cada paciente”.
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Saludos cordiales
Ana María Jácome Mora
Hola, Ana María:
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