Beatriz Gavilán expuso sus conocimientos sobre atención al daño cerebral adquirido moderado-leve en población infantojuvenil en el XVIII Congreso Andaluz de Neuropsicología. Nuestra neuropsicóloga de la Unidad de Rehabilitación Infantojuvenil del Hospital Beata María Ana abogó por una neurorrehabilitación lo más temprana posible, que sea multidisciplinar, especializada y que cuente en todo momento con su entorno, persiguiendo el mayor grado de autonomía posible y la mejora en la calidad de vida del menor y su familia.
Beatriz Gavilán participó como ponente en una de las mesas redondas que se organizaron durante el XVIII Congreso Andaluz de Neuropsicología celebrado recientemente en Jaén y que en esta edición estuvo centrado en la población infantojuvenil, abarcando aspectos de evaluación e intervención y englobando patologías del neurodesarrollo, así como el daño cerebral adquirido (DCA).
En primer lugar, la neuropsicóloga de la Unidad de Rehabilitación Infantojuvenil del Hospital Beata María Ana quiso dejar claro que para poder llevar a cabo una adecuada atención a menores que han sufrido un DCA moderado o leve deben tenerse contemplarse los aspectos característicos de la población infantil. “Debemos partir de la base de que estamos ante un cerebro en evolución, lo que significa que su desarrollo está incompleto y, por lo tanto, sus funciones cognitivas todavía no han emergido o completado su desarrollo. Esto implica que cuando ocurre una lesión cerebral se va a producir una alteración en la organización de los procesos cerebrales de forma posterior, que en muchas ocasiones va a impedir el desarrollo de funciones cognitivas superiores que deban aparecer con posterioridad”, declaró.
A lo largo de su intervención, nuestra experta recordó que los efectos de un DCA, en muchos casos, pueden no ser detectables hasta que la habilidad emerja o estos menores completen su desarrollo. “El hecho de no detectar esos déficits o secuelas provoca que estos niños y niñas no reciban la atención adecuada una vez dada el alta hospitalaria, que no reciban rehabilitación. Las dificultades ocasionadas comienzan a ‘dar la cara’ cuando vuelven a la escuela o bien cuando las exigencias del entorno aumentan”, subrayó.
El cerebro infantil requiere de la integridad de todas sus partes para poder evolucionar de forma adecuada. Ambos aspectos son claves para el pronóstico y van a depender de factores como la localización del daño, el tipo de lesión, la edad en el momento del daño, los tratamientos recibidos y el entorno en el que vive el niño. La neuropsicóloga quiso recalcar este extremo y también que durante esta etapa se debe tener muy en cuenta:
- por un lado, la plasticidad propia del cerebro infantil
- y por otro, la temprana vulnerabilidad que le confiere la propia situación de encontrarse en pleno desarrollo
Guía en la neurorrehabilitación
Además, tal y como añadió Beatriz Gavilán, “debemos saber que el perfil neuropsicológico que pueda resultar tras un daño cerebral no va a ser estático y va a ir variando a lo largo del tiempo”. Por esta razón y las otras apuntadas anteriormente, “cobran especial relevancia las valoraciones neuropsicológicas, que deben ser exhaustivas y detalladas integrando toda la información sobre las habilidades cognitivas del menor (nivel intelectual, habilidades perceptivas, funciones ejecutivas, lenguaje…), sin olvidar realizar una buena valoración a nivel emocional y conductual”.
Según Gavilán, “las evaluaciones neuropsicológicas en el grupo de menores que han sufrido un DCA leve o moderad cobran una especial relevancia, puesto que arrojan luz sobre las consecuencias reales del daño sufrido. Además, serán la base y la guía para elaborar un adecuado programa de rehabilitación ajustado a las necesidades del menor y su familia, a la par que nos servirán de referencia para valorar su evolución y el impacto de los tratamientos pautados”.
“Todos aquellos menores que han sufrido un daño cerebral de estas características deben poder acceder a una evaluación neuropsicológica amplia. Que les guíe hacia una neurorrehabilitación lo más temprana posible, que sea multidisciplinar, especializada y que cuente en todo momento con su entorno, persiguiendo el mayor grado de autonomía posible y la mejora en la calidad de vida del menor y su familia”, defendió nuestra experta.