La doctora Martínez Ríos, especialista en Medicina Física y Rehabilitación y jefa clínica del Hospital Benito Menni de Valladolid, comparte en estas líneas su experiencia tras sobrevivir a un ictus. En esta entrevista, nuestra compañera nos relata cómo se dio cuenta de lo que le había sucedido y cómo ha impactado en su vida personal y profesional. El suyo es un testimonio valioso e inspirador que destaca la importancia de la empatía y la comprensión en la atención médica y el poder de la perseverancia en el proceso de neurorrehabilitación.
A Socorro Martínez Ríos, especialista en Medicina Física y Rehabilitación, hace unos meses le sobrevino un ictus. Tras rehabilitarse de la mayoría de las secuelas, ha vuelto a desempeñar su trabajo en su puesto como jefa clínica de la Unidad de Rehabilitación del Hospital Benito Menni de Valladolid. En esta pequeña entrevista nos muestra en primera persona cómo se sintió al darse cuenta del ACV, desde los momentos iniciales, y cómo fue su camino hacia la recuperación. También deja traslucir de qué forma le ha afectado en el ejercicio de su profesión y ofrece algunos consejos para personas en rehabilitación y profesionales de la salud. Para ella “trabajando todo es posible”. Subraya además la importancia de la empatía con el paciente y la comprensión en todo el proceso de rehabilitación.
– Socorro, por tu profesión y tu responsabilidad en el Hospital Benito Menni de Valladolid ya conocías muy bien el daño cerebral. Desde hace unos meses podemos decir que lo conoces en primera persona. ¿Podrías contarnos cómo te sobrevino el ictus? ¿Cuándo te diste cuenta? ¿Cuáles fueron los síntomas iniciales?
Si, por supuesto. Fue la noche del 10 al 11 de enero, me acosté como cada noche. Solo era atípico el empeño de mi gato en morderme la zona izquierda de mi cabeza. A las cuatro de la mañana me desperté con el lado derecho (lesión cerebral izquierda) de la cara dormido sin notar nada más. Como buen médico (y mal paciente) pensé era solo una parálisis facial periférica (además tenia a dos días vista un curso que dar) pero, por la mañana, aunque llegué a mi hospital ya me di cuenta de que no era solo una parálisis facial. Nunca hay que esperar y ahí debería haber llamado a la ambulancia, pero también el hecho de verme sola hizo que buscase encontrarme con mis compañeros.
– ¿Qué pensaste en un primer momento al saber lo que te había ocurrido?
Lo supe desde un primer momento, pero la gran mayoría de pacientes con los que he hablado, médicos o no (incluso hay testimonios en videos), solemos negar la mayor y pensar no es nada, aunque ello implica riesgo incluso vital. Pensándolo ahora sé que soy una afortunada por seguir viva. Tras el episodio agudo piensas ¿por qué me ha pasado esto, si suele ser un proceso de personas más mayores? En una tercera fase te preocupas por estar bien para retomar todo aquello que te gusta y te hace feliz (trabajo, viajar, estar con amigos).
– ¿Qué tipo de tratamiento y rehabilitación has seguido desde entonces?
He seguido neurorrehabilitación con mi equipo en el Benito Menni de Valladolid (¿con quién mejor?), tratamiento de logopedia, terapia ocupacional, fisioterapia y como apoyo venía neuropsicología para ver que no flaqueaba, y todo seguía en orden. La predisposición del paciente es determinante; por ello, aunque había días que no apetecía, estabas más triste o te planteabas si recuperarías, el seguir y seguir todas las recomendaciones de profesionales es básico.
– Conocías bien las secuelas de un ictus; en tu caso, ¿tienes dificultades que han hecho que tengas que adaptarte de otro modo a tu vida diaria y tu trabajo?
Como ya he dicho, por mi empeño, ganas y fuerza, la secuela cada vez es más mínima (y aún estoy recuperando aun ya trabajando). La única secuela que me noto yo más que me notan es alteración del lenguaje, dificultad para escribir como lo hacía (mi letra era peculiar) y una levísima perdida de equilibrio (más sensación que realidad).
– Como médica rehabilitadora, ¿has aplicado tus conocimientos y experiencia profesional para abordar tu propia rehabilitación?
Por supuesto desde el primer día no deje que me ayudaran más allá de lo básico a la hora de comer (debía trabajar mi lado derecho) me forcé a caminar aun sujeta y claudicando, a hablar, aunque ahora me de vergüenza oír audios envié a mis amigos más cercanos… No parar es la base y no rendirse.
– ¿Te ha afectado tu experiencia personal en el ejercicio de la Medicina, en tu enfoque profesional como médica rehabilitadora cuando trabajas con pacientes que también han sufrido un ictus?
A positivo dado ahora puedo dar mi ejemplo a los pacientes cuando vienen de que trabajando todo es posible.
– ¿Qué consejos o estrategias has encontrado más útiles?
No rendirse y seguir trabajando en todo lo que puede limitarnos.
– ¿Puedes compartir alguna vivencia propia o algunas palabras que pueda ayudar a otras personas que están pasando por un proceso de rehabilitación tras un ictus?
Contar con gente que te apoya te da ánimos cada día es básico en esto. Que nadie dude de nuestra capacidad y menos uno mismo (yo he llorado en varias ocasiones por gente que me ha apartado de cosas o juzgado mi capacidad para afrontar mi vida como la tenía antes) NUNCA debemos rendirnos. En mi caso han sido primordiales los amigos.
– ¿Hay algún mensaje que desees transmitir a otros profesionales de la salud que trabajan en el campo de la rehabilitación?
Empatizar con el paciente, entender sus miedos y frustraciones, saber que un “venga que lo consigues” a veces no es suficiente, sino que hace falta un “estoy aquí a tu lado trabajando para que todo vaya bien”. En el lenguaje a veces decimos a la persona “qué bien lo haces”. Pero a veces hay que escucharla, oír cómo se nota ella, por qué se frustra al hablar como habla, porque esa no es su forma de hacerlo, o la escritura. A mí me cuesta muchísimo más la escritura ahora y todo pasa por escribir, y a veces nadie te da otra opción o es igual de mala, en un teclado donde debes corregir mil veces…. En definitiva, hemos de entender al paciente.