El 29 de octubre, Día Mundial del Ictus, el Servicio de Daño Cerebral del Hospital Aita Menni celebró una jornada de prevención e información sobre el ACV. Durante la tarde un médico y una enfermera realizaron valoraciones gratuitas de los factores de riesgo y recomendaron medidas de prevención.
Las evaluaciones se realizaron en el Centro de Día para Personas con Discapacidad Neurológica AZOKA (C/Azoka, 4 de Arrasate – Mondragón). Quienes quisieron someterse a estas pruebas, conocer cómo prevenir el ictus y cuáles son sus factores de riesgo concertaron cita previamente por teléfono. No obstante, debido a la gran acogida que tuvo la iniciativa, el Hospital ha decidido realizar una sesión adicional de valoración para atender a numerosas personas interesadas que no pudieron ser atendidas.
A última hora de la tarde, en el centro Kulturate, el doctor Juan Ignacio Marín, especialista en Medicina Física y Rehabilitación del centro de las Hermanas Hospitalarias ofreció en un tono distendido y ameno la conferencia: El ictus, ¿qué se puede hacer antes y después? Previamente, el doctor Marín concedió una entrevista a Radio 5 para hablar sobre cuestiones relacionadas con el ictus y su prevención.
El ictus o los accidentes cerebrovasculares (ACV) son la segunda causa de muerte en España y la primera causa de muerte en mujeres. Cada seis segundos muere alguien por esta razón.
Una de cada seis personas en el mundo tendrá un ictus en su vida. Se trata de la primera causa de discapacidad física a largo plazo, y la segunda causa de demencia después del alzheimer.
El tabaquismo, el sedentarismo, la obesidad, hipertensión arterial, cifras de colesterol elevado y diabetes son algunos de los principales factores de riesgo del ictus. Se trata de una patología en la que es posible reducir el riesgo mediante la prevención (control de los factores de riesgo).
Los síntomas iniciales más habituales de ACV o ictus son: pérdida de fuerza en un brazo o una pierna, alteración de la visión, dificultades para hablar, desviación de la boca y sensación de hormigueo en cara o brazo. Una rápida atención permitirá un tratamiento precoz que puede reducir la severidad de la lesión cerebral.
Los problemas derivados de la lesión cerebral afectan a la capacidad de moverse (caminar, mover el brazo o la mano, mantenerse en pie, sentarse en un sillón o en el WC), a la de comunicarse (dificultades a la hora de articular las palabras, problemas de comprender lo que se escucha o para expresar lo que se piensa). También son frecuentes los problemas cognitivos (dificultades para mantener la atención, pérdida de memoria, incapacidad para resolver problemas) y los trastornos del ánimo, como la depresión. Estos problemas a menudo desembocan en una situación de pérdida de autonomía para ser capaz de cuidar de uno mismo y para la realización de actividades y tareas en el entorno sociofamiliar y laboral.
El proceso de rehabilitación
Las unidades de ictus de los servicios de neurología en el momento agudo tienen un papel relevante en las primeras horas del ictus para disminuir la lesión y las probabilidades de sufrir secuelas. Aquellos pacientes que no consiguen recuperarse precisarán de un largo proceso de rehabilitación en el que intervendrán diferentes profesionales en función de los déficits que la persona presente: fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, logopedas y neuropsicólogos son algunos de ellos.
El proceso de rehabilitación pasa por diferentes fases: el ingreso en la unidad de ictus, el traslado al servicio de rehabilitación, el alta hospitalaria y la continuación del programa de rehabilitador desde el domicilio y finalmente la fase de estabilización de secuelas. Es vital que entre las diferentes fases se den elementos de coordinación que aseguren una correcta continuidad de todo el proceso.
Los accidentes cerebrovasculares no sólo suponen un reto para la persona que los sufre sino también para sus familiares. Las familias y cuidadores juegan un papel fundamental en el proceso de recuperación. Las acciones dirigidas a informar a las familias del proceso, entrenar en el cuidado (movilizaciones, posicionamiento, transferencias, marcha, aseo…), facilitar la adaptación de sus domicilios a la discapacidad, asesorarles sobre los productos de apoyo que puedan necesitar e incluso procurarles atención psicológica para facilitar la adaptación a la situación son cuestiones clave para optimizar el resultado final del proceso de rehabilitación.