El daño cerebral adquirido es una realidad que afecta a toda la organización familiar, que requiere la adaptación de todos sus integrantes y, a menudo, la reorganización de algunos roles.
Las alteraciones cognitivas tras un daño cerebral y su rehabilitación centraron la sesión ofrecida por Alba Gómez Vélez dentro del último ciclo de ayuda a las familias de personas con discapacidad neurológica organizado por el Centro de Neurorrehabilitación Aita Menni de Bilbao. La joven neuropsicóloga habló de la implicación de la familia en el proceso rehabilitador, importante hasta el punto de convertirse en uno de los factores de pronóstico. En este trayecto, también es fundamental no sobreproteger a la persona afectada, sino procurar, de la mano de los terapeutas, que se exponga gradualmente a retos y responsabilidades.
Son muchas las alteraciones que pueden producirse tras un daño cerebral: motoras, sensoriales, cognitivas, de conducta y en el ámbito de la comunicación. Todas estas secuelas repercuten en la funcionalidad de la persona afectada. Debemos identificar en un primer momento aquellas que suponen un mayor impacto en la vida del afectado, para trabajar sobre ellas desde momentos iniciales.
Podemos encontrar alteraciones en las diferentes funciones cognitivas: dificultades en la orientación, atención, memoria, percepción, razonamiento, resolución de problemas, habilidades visoespaciales, cálculo, cognición social, etc.
Para intervenir sobre ellas existen tres estrategias de rehabilitación neuropsicológica: la restauración de la función (recuperación de la función afectada a través de la práctica repetida), sustitución de la función (mejorar esa capacidad alterada a través de otras funciones preservadas) y compensación de la función (utilización de estrategias alternativas o ayudas externas).
El uso de una u otra estrategia dependerá del tipo de lesión, tiempo transcurrido y gravedad de la misma, aunque no son incompatibles y en ocasiones podremos beneficiarnos de varias de ellas. Por ejemplo, si la lesión es muy reciente, y la persona tiene dificultades para mantenerse concentrado en la actividad a realizar, trabajaremos con tareas de restauración (ejercicios repetidos de papel y lápiz, ordenador, juegos, etc.); sin embargo, si nos encontramos con un paciente con una severa dificultad de memoria, las estrategias más eficaces serán aquellas que compensen dicha dificultad (ayudas externas como avisadores, agenda, móvil, calendario, etc.).
Para la puesta en marcha y el mantenimiento de las mismas es fundamental contar con el apoyo de familiares y cuidadores, que muchas veces realizan la labor de coterapeutas en el propio ambiente del paciente. Por último, y al tratarse de un proceso rehabilitador de largo recorrido, Alba Gómez insistió en que no debemos olvidar favorecer el conveniente cuidado de familiares y cuidadores.