Presentamos dos estudios sobre estos trastornos psicopatológicos tan frecuentes después de un ictus en el XXIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psicogeriatría
Los ictus pueden dar lugar a un amplio abanico de alteraciones psíquicas: trastornos conductuales, alteraciones emocionales, delirios, déficits cognitivos, demencia… La irritabilidad ocupa un lugar preponderante dentro de los trastornos de la conducta, junto con otros como la agresividad, el egocentrismo, la apatía o la rigidez cognitiva. Sin embargo estos cambios cognitivos y conductuales, hasta la fecha, han sido muy poco estudiados y tenidos en cuenta en el tratamiento del ictus, a pesar de que marcan el día a día y el futuro de las personas que lo sufren y sus familias.
La neuropsicóloga del Hospital Aita Menni Naiara Mimentza está centrando su tesis doctoral en el estudio de las alteraciones psicopatológicas en el ictus y de forma específica en el estudio de la irritabilidad, porque es un concepto “ampliamente utilizado para describir pacientes con ictus”. Un concepto a su entender “pobremente definido” en la literatura científica, que se intercambia a menudo con agresividad, hostilidad y enfado. Esta investigación, cuyo avance se presentaba el día 25 en el XXIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psicogeriatría celebrado en la Universidad de Deusto, se ha realizado con una muestra de 45 pacientes de la Unidad de Daño Cerebral con edades comprendidas entre los 18-80 años, sin déficit de comprensión y comunicación mínimamente funcional. Fueron excluidas personas con ictus con trastorno del lenguaje mixto severo, deterioro cognitivo severo, lesión neurológica previa al ictus o alteraciones psiquiátricas previas al ACV.
Las conclusiones preliminares revelan que en torno a la mitad de estas personas presentaban irritabilidad, sin una diferencia significativa entre hombres y mujeres, la lateralidad, la localización del ictus o sus secuelas la funcionalidad. Por el contrario, Naiara Mimentza ve una relación clara entre irritabilidad agresividad, depresión, ansiedad y apatía. Así mismo, el trabajo observa que es habitual la combinación de trastornos psíquicos y cognitivos. A la hora de presentar los resultados, la investigadora advirtió del sesgo de la muestra, ya que su población se circunscribe a pacientes de la Unidad de Hospitalización, es decir, a ictus de consecuencias severas candidatos a rehabilitación intensiva. En cualquier caso, destacó el impacto de la irritabilidad, por ejemplo, en la convivencia familiar, en el beneficio de la rehabilitación o en la sobrecarga que al cuidador puede generar.
Dificultades para interpretar las emociones
reflejadas en el rostro
Pero, además, la gran mayoría de los pacientes con lesiones cerebrales graves tiene dificultades en el reconocimiento de emociones en caras. Esta es otra de las consecuencias que puede aparecer tras un ictus. Ante una nutrida concurrencia y en el mismo marco de este evento científico, Eduardo González, del Instituto de Investigaciones Psiquiátricas de Hermanas Hospitalarias, expuso los resultados de un estudio acerca de la dificultad para reconocer emociones en caras en el que han participado 51 pacientes de Aita Menni.
Tras enumerar las 6 emociones básicas: alegría, tristeza, enfado, sorpresa, miedo y asco, el psicólogo-investigador razonó la importancia que tiene el reconocimiento facial de las emociones en el funcionamiento social y la comunicación. Señaló que se estima que entre un 10 y un 40% de pacientes con lesiones cerebrales graves presenta dificultades para reconocer la información emocional de las caras, y que esta dificultad no se debe a un déficit sensorial o perceptivo. Esta afectación “de mal pronóstico” y que se mantiene en el tiempo, origina un círculo vicioso. En primer lugar contribuye a la inadaptación social, éste al aislamiento de la persona afectada que, a su vez, le provoca una repercusión emocional, con sus consiguientes alteraciones de conducta y, por ende, la reducción de relaciones sociales y de apoyo.
Los pacientes fueron invitados a reconocer 54 imágenes de sujetos que expresaban facialmente las 6 emociones básicas y una expresión neutra. Esta Prueba de Evaluación de Reconocimiento de Emociones (PERE) fue creada por el psicólogo David Gil y ha sido validada en personas con esquizofrenia pero nunca antes había sido usada en pacientes con ictus. Los resultados preliminares son alarmantes: alrededor del 80% de los pacientes con ictus denotaron graves dificultades en el reconocimiento de emociones. Corroborando los hallazgos encontrados en otros estudios, se detectaron peor las emociones negativas, miedo, tristeza y asco. “Las puntuaciones medias de los pacientes con ictus fueron un 20% más bajas que las halladas en pacientes diagnosticados de trastorno mental grave y un 30% inferiores a las de la población normal”. Tras llamar la atención de los clínicos sobre la necesidad de intervención en este ámbito, Eduardo González apuntó que los programas contextualizados, colaborativos, y experienciales parecen ser óptimos para la generalización de estos aprendizajes.
Psicopatología de la afectividad en el ictus
Tal vez por la tradicional especialización del Hospital Aita Menni en la atención a la enfermedad mental, su Servicio de Daño Cerebral, que este año cumple 25 años desde su creación en 1992, siempre ha estado muy interesado en la psicopatología del ictus, explicaba su director. Partiendo de que el estado afectivo sesga los pensamientos, que son los que mueven a la conducta, el doctor José Ignacio Quemada realizó algunas reflexiones sobre los trastornos afectivos o emocionales en el ictus. “Los procesos psíquicos son cognitivos, emocionales, volitivos o quizás combinaciones de ellos“, añadió.
La psicopatología o el trastorno conductual que se produce tras un ACV (irritabilidad, agresividad, reducción de iniciativa, egocentrismo, infantilismo, etc.) es el resultado de la interacción de personalidad previa, disfunción de procesos psíquicos e interacción con el entorno. Salvo la depresión post-ictus, que puede darse en 1 de cada 3 personas y que ha sido más ampliamente estudiada, el resto de los cambios en la esfera psíquica (incontinencia emocional, apatía, ideas delirantes, trastornos de identidad, fatiga post-ictus… ) no han recibido mucha atención y son ignorados a la hora de definir los planes de tratamiento. “Sería deseable una mayor intervención psicoeducativa, mayor asesoramiento en cuestiones emocionales y más ayuda en el ajuste práctico a la discapacidad“, finalizó el también responsable de la Red Menni, no sin antes dar las gracias a los numerosos congresistas que decidieron tomar parte en el ‘Taller sobre psicopatología del ictus‘ impartido por nuestros expertos.