Naiara Mimentza, neuropsicóloga de la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Aita Menni, expuso su investigación en la XVII Jornada de la Sociedad Española de Neurorrehabilitación.
El jueves 21 de noviembre se celebró en Sevilla la XVII reunión anual de la SENR, Sociedad Española de Neurorrehabilitación, al igual que el año anterior, dentro de la reunión anual de la Sociedad Española de Neurología. Desde primera hora de la mañana, investigadores en el área de la neurorrehabilitación en nuestro país presentaron las mejores comunicaciones científicas. En este contexto, Naiara Mimentza, neuropsicóloga de la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Aita Menni, habló sobre ‘La apatía a lo largo del primer año después del ictus’.
En el siglo XIX Haslam definió la apatía como la pérdida de emociones. En las últimas décadas se la ha definido como un trastorno que incluye 3 dimensiones: la conducta con una disminución de iniciativa, la cognitiva con una disminución de pensamientos y la emocional con el aplanamiento afectivo.
A día de hoy sabemos que el ictus genera un amplio abanico de trastornos psíquicos con un claro impacto en la calidad de vida de pacientes y familias. A pesar de ello, se encuentran en un segundo plano de la rehabilitación y la literatura científica es reducida.
La doctora Mimentza explicó sus hallazgos en cuanto a la prevalencia; la relación entre la apatía, la depresión, la irritabilidad y la ansiedad, así como entre cada una de ellas y la capacidad funcional de los sujetos con ictus estudiados.
Los resultados muestran una alta prevalencia de apatía en las personas con ictus en los tres momentos de valoración y una reducción significativa a lo largo del primer año después del ictus. En la primera valoración la mitad de las personas con ictus presentaron apatía, siendo del 32,4% en la segunda valoración y del 25,90% en la tercera valoración.
En relación a las correlaciones destaca la reducción en la relación entre la apatía y el resto de alteraciones psicopatológicas a lo largo del primer año después del ictus, mientras que la depresión, la ansiedad y la irritabilidad correlacionan en las tres valoraciones (3, 6 y 12 meses después del ictus). Este dato es interesante para nuestra práctica clínica, ya que podemos decir que la apatía puede presentarse de forma aislada.
Asimismo, los datos indican que la apatía determina la funcionalidad de las personas con ictus, por delante de la depresión y la ansiedad. Independientemente de la escala funcional utilizada (Medida de Independencia Funcional, FIM+FAM; Índice de Barthel) la apatía presenta correlaciones inversas de forma significativa en las tres valoraciones.
En función a estos hallazgos resulta necesario continuar profundizando en la investigación, así como desarrollar programas específicos de rehabilitación para los pacientes y elaborar protocolos de entrenamiento a familiares en el manejo de dicho trastorno.