La Dra. Irene Gurruchaga, directora médica de la Unidad de Daño Cerebral de Hospitalarias Valencia, nos recuerda que cada inicio de año es una oportunidad para reflexionar sobre lo que hemos logrado y plantearnos metas que nos impulsen a seguir avanzando. Para las personas que han sufrido un daño cerebral, este momento puede ser especialmente significativo. A pesar de las secuelas de la lesión, los propósitos de año nuevo pueden funcionar como herramienta para fortalecer la motivación, trabajar en la autonomía y recuperar una vida más plena.
En esta entrevista, la Dra.Irene Gurruchaga, directora médica de la Unidad de Daño Cerebral de Hospitalarias Valencia, nos ofrece su visión experta sobre cómo plantear objetivos realistas y alcanzables, así como el papel del equipo multidisciplinar de profesionales, de la familia y de las actividades inclusivas en este proceso de neurorrehabilitación.
¿Cuáles son los propósitos más comunes que las personas con daño cerebral suelen plantearse al comenzar un nuevo año?
Los propósitos más comunes están relacionados con ganar autonomía y participar activamente en su entorno. Esto puede incluir actividades como ir a la compra solos, retomar tareas domésticas o sociales, o incluso pequeños logros como caminar distancias más largas o hacer alguna actividad recreativa. En general, se trata de encontrar formas de recuperar el control sobre su vida, lo que repercute directamente en su autoestima. Lo más importante a la hora de fijar un propósito u objetivo concreto, es consensuarlo con el paciente, pudiendo ser muy diferentes en función de cada persona.
¿Qué importancia tiene plantearse estos propósitos para su recuperación?
Plantearse propósitos es esencial para mantener la motivación y el compromiso con el proceso de rehabilitación. La recuperación tras un daño cerebral es un camino largo y, a menudo, lleno de retos. Los objetivos han de seguir planteándose más allá del año, año y medio que supone la fase de rehabilitación más intensa. Por lo cual es importante no sólo fijar metas a corto plazo, sino también vincularlas a un objetivo mayor a largo plazo. Los propósitos pueden actuar como un motor que impulsa a las personas a seguir esforzándose incluso en las fases más crónicas. Por ejemplo, si alguien desea volver a cocinar para su familia, primero debemos trabajar fuerza, sensibilidad y coordinación, orientadas a una tarea concreta para posteriormente introducir una ayuda compensatoria, como puede ser un producto de apoyo. Este enfoque permite avanzar de forma estructurada y evita frustraciones.
¿Cómo ayudan los profesionales a fijar metas realistas y motivadoras?
El papel de los profesionales es guiar al paciente en el establecimiento de objetivos alcanzables y funcionales. Para ello, evaluamos su progreso con mediciones y datos objetivos, explicando que pasos debemos seguir para alcanzar el objetivo marcado. Por ejemplo, si un paciente quiere caminar largas distancias, primero debemos ayudarle a mejorar su equilibrio, su capacidad para caminar en casa y, posteriormente, avanzar a distancias mayores fuera de su hogar.
También es nuestra responsabilidad ser honestos cuando ciertos objetivos no sean viables. Es importante comunicar con empatía que “puede que eso no sea posible”, reorientándoles a objetivos alcanzables y, desde ahí, diseñar estrategias compensatorias que suplan la función perdida. Para esto, nos basamos principalmente en la evidencia científica, acompañados de nuestra experiencia clínica, para ofrecer alternativas realistas que sean significativas para el paciente.
Además, ayudamos a desmitificar ciertas ideas preconcebidas, como la creencia de que usar un bastón u otros productos de apoyo, como una silla de ruedas, es un signo de fracaso. Al contrario, estos recursos son herramientas que permiten lograr independencia y disfrutar de actividades significativas. Nuestro objetivo es acompañar al paciente en este proceso, ayudándolo a recuperar la función o, en su defecto, a encontrar alternativas que le permitan mantener una vida satisfactoria.
¿Qué actividades inclusivas recomendaría para mantenerse activos socialmente?
Cualquier actividad que sea del interés del paciente puede ser inclusiva. Pero es importante evitar imponer actividades que no sean de su agrado. Por ejemplo, si alguien nunca ha disfrutado de hacer sudokus, no tendrá sentido terapéutico comenzar ahora. En cambio, si antes de la lesión disfrutaba del cine, salir a comer con amigos o practicar algún deporte, lo ideal es buscar formas de retomar esas actividades, adaptándolas si es necesario. La sociedad cada vez está más concienciada con la diversidad funcional, lo que facilita que estas actividades puedan realizarse en entornos habituales y no exclusivamente en grupos específicos para personas con discapacidad. Además, para quienes eran amantes del deporte, existen numerosas opciones de deportes adaptados que no sólo fomentan el bienestar físico, sino también la integración social.
¿Qué papel juega la familia en el cumplimiento de estos propósitos?
La familia es una pieza esencial en todo el proceso de recuperación. Debemos hacerles partícipes del proceso, “enseñándoles a cuidar”, para que estén presentes siempre que sea necesario, evitando la sobreprotección que se da en algunos casos, y puede limitar la autonomía del paciente. Por ejemplo, un familiar puede acompañar inicialmente al paciente si este ha conseguido caminar en exteriores. Es una actividad probablemente agradable para ambos, y el familiar hace de coterapeuta supervisándolo. No obstante, si el paciente alcanza la capacidad de realizar la tarea de forma independiente, debe dejarle solo, fomentando su autonomía a largo plazo. También es esencial que la familia fomente la participación social y lo motive a explorar nuevas actividades o a retomar aquellas que solía disfrutar. No hay que olvidar que los familiares también necesitan apoyo para cuidar de sí mismos, ya que un entorno familiar saludable es muy importante para el éxito en los objetivos de una persona con daño cerebral adquirido.
¿Cuáles son los principales mitos o creencias erróneas sobre las capacidades tras un daño cerebral?
Uno de los mitos más frecuentes es pensar que, al necesitar productos de apoyo como bastones, sillas de ruedas o utensilios adaptados, el proceso de recuperación está estancado. Muchas personas tienen prejuicios sobre estas herramientas, viéndolas como un fracaso, cuando en realidad son aliadas para ganar independencia. Otro mito común es creer que las secuelas del daño cerebral limitan de forma absoluta la participación en la vida social o familiar. Sin embargo, con las adaptaciones adecuadas, es posible retomar muchas actividades. Por ejemplo, existen tablas de cocina adaptadas para quienes tienen limitaciones en el uso de una mano, lo que permite a estas personas colaborar en la preparación de alimentos y mejorando, en la gran mayoría de casos, su autoestima.
¿Qué consejo le daría a alguien con daño cerebral que duda de su capacidad para alcanzar nuevas metas este 2025?
Mi reflexión sería que siempre es posible avanzar, aunque sea en pequeños pasos. Es fundamental centrarse en objetivos realistas y celebrar cada logro, por pequeño que sea. Por ejemplo, si alguien quiere viajar a una ciudad, podemos trabajar juntos en habilidades como planificar el trayecto, usar transporte público o gestionar reservas. Estos pequeños avances construyen la confianza necesaria para afrontar retos mayores. Lo importante es no perder de vista que siempre hay algo que se puede mejorar o aprender, y que cada pequeño progreso suma.