Bajo la perspectiva terapéutica, nuestra Unidad de Daño Cerebral de Hermanas Hospitalarias Valencia ayuda a retomar el cuidado de la tierra a un grupo de pacientes que antes de su lesión habían cultivado un huerto.
A todos nos hace bien respirar aire limpio, disfrutar de la luz del sol y hacer un poco de ejercicio físico, más todavía a quienes echan de menos su trabajo en contacto con la naturaleza. Y la horticultura reúne todos estos beneficios y algunos más que describimos más adelante. Por ello, en nuestra Unidad de Daño Cerebral de personas adultas de Hermanas Hospitalarias Valencia hemos llevamos a cabo esta actividad. Como puede verse en las fotos, un grupo de pacientes y algunas de nuestras terapeutas compartieron una sesión terapéutica, fuera del lugar donde habitualmente las realizamos, y que tan arraigado está en nuestra región: un huerto.
Se trataba de una actividad grupal al aire libre y motivadora para nuestras personas usuarias, donde se pudieron trabajar diferentes objetivos terapéuticos en un contexto natural. Entre ellos: promover la movilidad general, fomentar diferentes modalidades de equilibrio, emplear las extremidades superiores afectas en tareas funcionales, promover procesos atencionales, planificación de tareas, toma de decisiones, trabajo en equipo, así como estimular la comunicación y relaciones sociales entre participantes y otros usuarios del huerto.
Quienes participaron son personas que, a causa de su daño cerebral (en algunos casos un traumatismo craneal, en otras un ictus, pero todos sufridos de manera repentina e interrumpiendo su modo de vida en un instante) habían dejado de realizar una actividad que formaba parte de su vida y de su identidad: el cuidado de un espacio de tierra que les daba frutos.
Bajo la perspectiva terapéutica hemos ido encaminando la mejora de algunas de sus capacidades para que intentaran ir retomando esta actividad. Pero había un punto que no podíamos alcanzar sin que pasase por trabajo de campo (nunca mejor dicho). De modo que nos pusimos en contacto con la asociación Cabanyal Horta, que tan amablemente nos ha brindado sus instalaciones y su buen hacer para poder llevar allí a estas personas que son nuestros pacientes.
Cuando explicamos a Nacho, Juan Pedro, Eduardo y Fermín que iban a ir a un lugar donde trabajar in situ con la tierra, las herramientas y las semillas, en definitiva, que irían a un huerto real, las reacciones fueron variadas, desde cierta resistencia pasando por sorpresa y entusiasmo.
El día señalado, allí llegaron nuestros intrépidos protagonistas: de nuevo se encontraban con la tierra, el sol, las plantas. Silvia, una de las responsables del Cabanyal Horta, les fue presentando el espacio, como ella lo denomina “un jardín comestible”, donde personas de muy distinta condición coinciden para sacar vida del suelo y compartir.
Tras la presentación, nos explicó cuál era el trozo de tierra reservado para ellos y cuáles eran sus tareas allí: desbrozar, remover la tierra y limpiarla de piedras, trazar los caballones, colocar los plantones, abonar y por último regar. Cuando trajo las herramientas, cada uno se tomó su tiempo para contactar: alguno, impaciente y entusiasmado, no se lo pensó y comenzó a trabajar como si nada entre medias le hubiera pasado. Otros miraban prudentes y hubo quien aún se resistía. Pero por fin todos participaron y en cada uno pudimos ver quienes fueron y quienes son ahora, todo a la vez. Se apoyaron unos a otros y compartieron conocimientos y compañerismo.
Se agacharon, se mancharon, trabajaron en equipo, sudaron al sol, se cansaron…, y, sobre todo, volvieron a sentir el contacto con la tierra, rescatando esa parte de su vida y dándole la bienvenida para que vuelva a formar parte de ella.
Aire libre, contacto con la tierra y ejercicio físico
Más allá de relajarse, disfrutar y volver a conectar con una parte de sí mismos y de su pasado, como hemos apuntado arriba, la horticultura conlleva beneficios a varios niveles: cognitivo, social ( ayuda a mejorar de la interacción dentro de los grupos y a una mayor consideración de las personas entre sí), emocional (disminuye la ansiedad y el estrés e incrementa la sensación de bienestar) y físico: ocuparse del huerto ayuda en el desarrollo y la mejora de habilidades motoras finas y gruesas, y en la coordinación ojo-mano mientras contribuye al mantenimiento de los objetivos de actividad física. El aumento de la actividad al aire libre, el ejercicio y el cultivo de un huerto propician, además, la adquisición de hábitos alimenticios saludables y, por tanto, la reducción de la obesidad.