LA EVALUACIÓN NEUROPSICOLÓGICA DE LA CONDUCTA VALORA LAS CONSECUENCIAS DE LOS TRASTORNOS CONDUCTUALES EN PERSONAS AFECTADAS POR UN DCA. ESTA EVALUACIÓN DEBE TENER EN CUENTA EL ENTORNO DE CADA PACIENTE, Y SU REPERCUSIÓN A CORTO, MEDIO Y LARGO PLAZO. LA INTERVENCIÓN QUE SE LLEVE A CABO REPERCUTIRÁ EN LA CALIDAD DE VIDA DEL PACIENTE Y DE SU FAMILIA.
Margarita Pascual Darlington, neuropsicóloga de la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Beata María Ana, es la docente encargada de explicar la parte dedicada a la ‘Evaluación neuropsicológica de la conducta, la cognición social y la calidad de vida’ en pacientes con DCA en el Máster en Neurociencia cognitiva y Neuropsicología de la Universidad Rey Juan Carlos.
Tras un DCA pueden presentarse alteraciones de la conducta, entre ellas, las más frecuentes son: irritabilidad, desinhibición, infantilismo, cambios frecuentes de humor, agresividad y rigidez obsesiva, entre otras. La presencia de estas alteraciones incide en un menor beneficio de la rehabilitación y dificultan la reinserción de la persona en su entorno (laboral, familiar y social). Además sobrecargan al cuidador principal, originando alteraciones emocionales y dificultades adaptativas, más allá de la pérdida de roles o problemas de pareja que puedan aparecer.
Instrumentos de evaluación
Los instrumentos de evaluación neuropsicológica son muy diversos: Desde los más ecológicos, como pueda ser la observación del paciente, y la interacción con él, a la entrevista inicial con la familia, a los test estandarizados. En cada caso habrá unos instrumentos más adecuados.
Tal y como explicó Margarita Pascual a los estudiantes en este curso presencial, la conducta-problema, debe ser definida de forma lo más objetiva posible (en términos de frecuencia, duración e intensidad). Un ejemplo de las conductas problema que se dan con mayor frecuencia después de un DCA son: la ausencia de respuesta a las demandas (oposicionismo), la destrucción de objetos, las agresiones verbales o físicas, las autoagresiones, la transgresión de ciertos límites, la huída o deambulación. Pero también hay que atender a las conductas por defecto ligadas por ejemplo a la apatía o la falta de iniciativa.
Como conclusiones a la clase que impartió el martes a los estudiantes de este posgrado, nuestra neuropsicóloga subrayó que en la evaluación de la conducta tras un daño cerebral es muy importante:
– Diferenciar entre alteraciones primarias, como el trastorno orgánico de personalidad y secundarias, síntomas reactivos (cognitivos, emocionales, conductuales).
– Prestar atención a los procesos reactivos.
– Tener presente la influencia de las alteraciones cognitivas.
– Disponer de diversidad en las fuentes y situaciones de evaluación.
– Considerar factores previos: personalidad, estructura familiar, estilo de afrontamiento de la adversidad, etc.
– No perder de vista que las alteraciones de conducta dificultan la interacción social.
– Considerar al grupo familiar como parte fundamental de la intervención.
– Advertir de que la repercusión en la calidad de vida es inmediata y que si no se tratan estas alteraciones empeoran en el futuro.