Nuestros profesionales difunden su conocimiento y experiencia en el tratamiento de los trastornos de la personalidad orgánicos en el encuentro anual del Foro Gallego de Estudio de la Personalidad
“Nada mejor para comprender el funcionamiento de las diferentes áreas cerebrales que conforman la personalidad que estudiar los TP orgánicos, en los que, a partir de lesiones específicas, se observan fallos en diferentes funciones”, reza la organización en el programa de las XII Jornadas de Actualización en Personalidad. El Foro Gallego de Estudio de la Personalidad y la Asociación Gallega de Psiquiatría organizan cada año un encuentro sobre esta temática. En esta edición, titulada ‘Los trastornos de la personalidad orgánicos, su comprensión y manejo’ el comité científico ha contado con el doctor José Ignacio Quemada, psiquiatra y director del Servicio de Daño Cerebral del Hospital Aita Menni; y con la neuropsicóloga del Hospital Aita Menni de Mondragón y también doctora, Naiara Mimentza, como ponentes invitados.
Este curso monográfico, de 4 horas de duración, al que asistieron medio centenar de profesionales de la salud mental de toda Galicia, se celebró en el Hospital Alvaro Cunqueiro de Vigo.
Aspectos conceptuales y descriptivos
En la primera parte, el doctor Quemada expuso algunos aspectos conceptuales, psicopatológicos y nosológicos. Comenzó por revisar la historia de la creación del concepto de trastornos de la personalidad, que es relativamente reciente (años 50 del siglo XX). Para ello, nuestro psiquiatra habló de las raíces en la propia utilización del concepto de personalidad en las clasificaciones psiquiátricas, algo que ocurrió cuando ese término se impuso a otros como ‘temperamento’, ‘carácter’ o ‘self’. “También fue necesaria una evolución del concepto de enfermedad mental, que poco a poco se abrió a las alteraciones psicopatológicas de las dimensiones emocionales y conductuales. En sus inicios era una definición muy intelectualizada, identificando locura con alteraciones cognitivas o del pensamiento”, explicó.
Durante su ponencia, casos como el de Phineas Gage, a finales del s. XIX, que presentó claros cambios de conducta con preservación de funciones intelectuales tras una lesión frontal, y las descripciones de síntomas como la ‘moria’ por Moritz Jastrowitz contribuyeron a señalar al lóbulo prefrontal como uno de los protagonistas en el mantenimiento de la conducta social. La relación entre conducta psicopática y disfunción frontal, y la historia de los conceptos de ‘abulia’ y ‘apatía’ fueron otros de los ingredientes que contribuyeron a conformar un grupo heterogéneo de síntomas que se dieron en llamar ‘síndromes del lóbulo frontal’ y en las nosologías psiquiátricas, ‘trastorno orgánico de la personalidad’. Se revisaron el DSM 5, la CIE 10 y el baremo de accidentes de tráfico a fin de conocer el trato que este síndrome recibe en las diferentes clasificaciones que utilizamos.
En la parte final de su disertación, el director de la Red Menni de Daño Cerebral expuso datos de las diferentes investigaciones que desde 1997 hasta 2019 se han venido realizando en el Servicio de Daño Cerebral del Hospital Aita Menni. A nivel de alteración conductual la irritabilidad y la apatía se han mantenido constantes como los síntomas más prevalentes, con una llamativa ausencia de síntomas psiquiátricos clásicos como alucinaciones y delirios. Se completó esta primera ponencia con el visionado y la discusión de sendos casos clínicos.
Contribución de la neuropsicología
En la segunda parte de la Jornada, la neuropsicóloga Naiara Mimentza, buena conocedora de las alteraciones psicopatológicas tras el daño cerebral, analizó la contribución de la neuropsicología a la comprensión de este grupo de pacientes. Revisó las funciones cognitivas clásicas que pueden tener un impacto conductual, sin olvidar detallar de manera pormenorizada los problemas de atención, memoria y funcionamiento ejecutivo. En su ponencia, nuestra neuropsicóloga abundo sobre el concepto de cognición social, en el que se incluyen procesos cognitivos como la ‘teoría de la mente’ – que otros autores prefieren estudiar como ’empatía’-, el reconocimiento de las emociones, la regulación emocional, el sesgo atribucional y el ajuste social.
Tras la revisión de estos conceptos, Mimentza describió formas de explorar estos procesos, tanto a través de la entrevista clínica como por medio de pruebas para valorar creencias de primer y segundo orden, detección de ‘meteduras de pata’, captación de la ironía, etc., para terminar desarrollando el protocolo de intervención sobre alteraciones conductuales que incluye la combinación de rehabilitación neuropsicológica, modificación de conducta, entrenamiento en habilidades sociales e intervención con familias.