El marco terapéutico en la Red Menni de Daño Cerebral de Hermanas Hospitalarias contempla la rehabilitación neuropsicológica, la atención a familias y el tratamiento mediante psicofarmacología
La alteración de la conducta es un cambio muy prevalente tras un daño cerebral y tiene un profundo impacto. El doctor José Ignacio Quemada explicó cómo abordamos estos trastornos conductuales en la Red Menni de Daño Cerebral de Hermanas Hospitalarias, durante la VII Jornada de DCA organizada por Nueva Opción, la Asociación de Daño Cerebral Adquirido de Valencia.
En su intervención, que tuvo que realizarse mediante videoconferencia debido a problemas en los vuelos Bilbao-Valencia, el jefe del Servicio de Daño Cerebral del Hospital Aita Menni y director de la Red Menni destacó:
- Que las alteraciones conductuales son consecuencias finales de la combinación de múltiples procesos psíquicos distorsionados.
- Que la comprensión de su génesis es necesaria para la intervención.
- Que el marco terapéutico se apoya en tres pilares: rehabilitación neuropsicológica, atención a familias y psicofarmacología.
El doctor Quemada subrayó que del “uso juicioso” de estas tres herramientas “depende la calidad de los tratamientos”. Asimismo, señaló la irritabilidad, la apatía, la depresión y la desinhibición como algunos de los trastornos del comportamiento más frecuentes tras un daño cerebral.
Un repaso histórico sobre el conocimiento sobre las relaciones entre cerebro y conducta, y la mención del famoso caso de Phineas Gage, cuyas alteraciones conductuales tras sobrevivir a un daño frontal ya fueron descritas a mediados del siglo XIX, sirvieron a nuestro experto para introducir el tema en esta jornada de aproximación integral a las secuelas cognitivas-conductuales del DCA.
Abanico de síntomas y su trascendencia
Está irritable o nada le importa, carece de emociones; se comporta de manera irregular, agresiva, vacilante, sus comentarios y comportamientos sexuales son inadecuados…La inestabilidad emocional tiene que ver con alteraciones de la percepción de la realidad. La inestabilidad emocional tiene que ver con alteraciones de la percepción de la realidad. Se observan dos grandes polos de alteraciones de la conducta, según José Ignacio Quemada:
– apatía o indiferencia emocional precisamente por una ausencia de emociones
– deshinibición y exageración de rasgos previos, ej. más cariñoso, más desconfiado, más irritable, con clara pérdida de las habilidades sociales
Esas conductas no habituales que se inician tras el DC conllevan cambios en las relaciones sociales. Además, trascienden hasta condicionar el aprovechamiento de la rehabilitación, puesto que interfieren en la adhesión a los tratamientos, en la integración social y laboral de las personas, en el bienestar de las familias y la estabilidad de las parejas. En los casos más graves, este “abanico de síntomas”, sobre todo si hay cuadros de agresividad, aumenta el riesgo de institucionalización.
José Ignacio Quemada apoyó estas afirmaciones sobre los “cambios de personalidad” en investigaciones muy próximas, trabajos de campo llevados a cabo para la elaboración de tres tesis doctorales de las que ha sido director: las de Beatriz Castaño, Ignacio Sánchez Cubillo y Naiara Mimentza (en depósito).
La ansiedad post ictus sería un ejemplo de alteración conductual, que interfiere en la rehabilitación de la marcha, induce al incremento de la sobreprotección por parte de la persona cuidadora y frena la autonomía. Ese malestar psicológico tiene un impacto notable en las familias.
Tratamiento
La comprensión de cómo se generan los cambios conductuales requiere explorar procesos psíquicos de muy distinta naturaleza: los procesos cognitivos clásicos (atención, memoria, FFEE- funciones ejecutivas-), el estado afectivo dominante, las capacidades de iniciación y de inhibición, la conciencia sobre el propio problema. Mención aparte mereció el concepto de cognición social, que se explica desde la llamada ‘Teoría de la mente‘ (adivinar lo que el otro tiene en su cabeza), el sesgo atribucional o forma en que interpretamos el comportamiento de los demás y cómo nos perciben, el procesamiento de emociones. Para terminar, el doctor Quemada dibujó el marco terapéutico en la Red Menni fundamentado sobre tres pilares: psicofarmacología, rehabilitación neuropsicológica y trabajo con familias.
La psicofarmacología nos permite actuar sobre algunos tipos de malestar psicológico. El ponente subrayó que esta rama del conocimiento concentra muchos prejuicios, que en sus consultas de psiquiatría escucha con frecuencia frases como “voy a estar drogado”, “me voy a hacer dependiente”, “tengo que salir por mí mismo”, “no voy a ser yo”, “es algo artificial”. Quemada insistió en que hay ocasiones en que los psicofármacos se utilizan mal pero que hay que ser críticos con esos prejuicios, “son medicinas tan necesarias en ocasiones para muchas personas como para otras pueden serlo las pastillas para controlar la hipertensión “. Si bien hay riesgo de abuso de las benzodiazepinas, su uso prudente puede ser muy útil y los antidepresivos están en general infrautilizados en este grupo de pacientes. Son especialmente útiles en la depresión, en el emocionalismo, el insomnio (trazodona o mirtazapina son una buena opción) y en el tratamiento de la irritabilidad. A pesar de todo ello muchos problemas obtienen una escasa respuesta al tratamiento farmacológico, como por ejemplo la apatía o el déficit cognitivo. En esos casos todo el potencial terapéutico se basa en la rehabilitación neuropsicológica y en el trabajo con y a través de las familias.
La rehabilitación neuropsicológica se entiende en la Red Menni de una manera muy amplia. Incluye las técnicas de restauración y compensación de los déficits cognitivos, las distintas técnicas de terapia de la conducta, el trabajo sobre conciencia de déficit y el abordaje psicoterapéutico orientado a la reconstrucción de la identidad.
La terapia de la conducta se focaliza en las “conductas problemáticas” y procede a un análisis pormenorizado de las mismas que incluye su descripción parametrizada, la de las circunstancias que anteceden y la de la respuesta del entorno. Esa información permite una intervención que modificará circunstancias desencadenantes clave o respuestas del entorno que refuerzan la “conducta problema”. Por otro lado, la reconstrucción de la identidad pasa por la aceptación del cambio, por aprender a utilizar capacidades intactas y por tejer redes sociales y afectivas, estructurar la actividad para finalmente llegar a sentirse útil y socialmente integrado.
Para terminar, Quemada no quiso olvidar las necesidades de las familias, que necesitan información de muy diversa índole (naturaleza de los cambios, recursos disponibles, marcos legales que protegen a personas con discapacidad), aprender destrezas de cuidado y también una adaptación psicológica a la nueva situación.