La neuropsicóloga Beatriz Gavilán ayuda a Hiru Hamabi a visibilizar el daño cerebral con el que tienen que convivir muchos niños y niñas. A diferencia de las personas adultas, la lesión se produce cuando el desarrollo cerebral está en pleno auge, con todo lo que esto conlleva en etapas en las que es tan importante el aprendizaje. Nuestra experta incidió en que hay que tener muy en cuenta el DCA invisible, el que va más allá de las secuelas motoras.
Pocas personas conocen el daño cerebral de niños y niñas como Beatriz Gavilán, neuropsicóloga clínica de la Unidad de Rehabilitación Infantojuvenil del Hospital Beata María Ana, y como la delegada de la Comunidad de Madrid y asesora técnica de Hiru Hamabi, Mar Ugarte. “Pocas personas saben que un niño puede tener un DCA y estar muy afectado aunque ‘no se vea’. Porque las consecuencias del daño cerebral pueden ser muy evidentes pero no siempre. Hay secuelas muy sutiles”.
Nuestra neuropsicóloga se acercó hace unos días, junto con esta asociación nacional de daño cerebral adquirido infantil, a dar una charla para profesores y orientadores al CEIP Marqués de Suanzes. Allí explicó que hablamos de daño cerebral infantil (DCI) cuando la lesión se produce en el cerebro de alguien de 0 a 18 años. El fin de este trabajo de divulgación que llevamos a cabo conjuntamente con Hiru Hamabi es promover la integración del niño o niña en su entorno mediante el trabajo con la familia y la escuela.
Tratamiento: precoz e individualizado
Las causas del daño cerebral, al igual que en personas adultas, en bebés, en niños y niñas y adolescentes pueden ser muchas, y sus secuelas también son múltiples, como puede verse en el gráfico superior. Sin embargo, a diferencia de cuando el DCA se produce en personas adultas, en la infancia, la lesión sucede en un momento en el que el desarrollo cerebral está en pleno auge. “El niño está iniciando un aprendizaje sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodea. La diversidad de los efectos del DCA exige un tratamiento integral y temprano”, afirmó nuestra ponente.
Es cierto que en esas fases el cerebro muestra mayor plasticidad pero también una temprana vulnerabilidad, puesto que no ha desarrollado todas las habilidades. “Es mayor el impacto de un daño generalizado cuanto más pequeño es el niño. La existencia de limitación en la actividad condiciona la propia experiencia del niño en la exploración y adaptación a su entorno. Los niños en desarrollo son cuantitativamente y cualitativamente diferentes al adulto”, dijo Gavilán, a la par que subrayaba “que la práctica clínica en niños no puede sustentarse en los hallazgos neuropsicológicos de adultos con DCA”.
Las razones de la afirmación de la doctora estriban en que el DCA ocurre cuando el desarrollo está incompleto y sus funciones cognitivas están emergentes o en desarrollo. El daño provoca una alteración en la organización de los procesos cerebrales pero sus efectos, a menudo, no son detectables hasta que la habilidad emerge y completa su desarrollo. “El daño se expresa en un fallo en el desarrollo de las habilidades cognitivas y capacidades comportamentales al nivel de grupo de edad”. Las consecuencias reales del daño pueden no hacerse del todo evidentes hasta que el niño complete su desarrollo.
Alteraciones neuropsicológicas más frecuentes (1)
(1)- Revisión realizada por Middleton
Cuando la familia sabe qué pasa y cómo ayudar a su hijo disminuye su nivel de ansiedad y está más preparada para participar, de forma adecuada, en el desarrollo del niño. Es fundamental prestar atención al curso de la evolución del niño y tener en cuenta que puede haber consecuencias a todos los niveles, debido a:
Alteraciones cognitivas, que pueden ser persistentes y condicionar un adecuado progreso escolar y social:
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- Velocidad de procesamiento: enlentecimiento tanto en el pensamiento como en las respuestas.
- Atención y concentración: distraibilidad y pobre concentración.
- Lenguaje y comunicación:
- fluidez verbal, la denominación y el razonamiento verbal
- vocabulario tanto receptivo como expresivo
- comprensión verbal
- Habilidades visoperceptivas y espaciales: menos evidentes al inicio.
- Provocan dificultades en la escritura, cálculo, dibujo, habilidades constructivas.
- Influyen en la interpretación de las señales no verbales durante las interacciones sociales.
- Memoria y aprendizaje:
- Dificultades en nuevos aprendizajes.
- Integración con los conocimientos previos.
- Pueden pasar en un inicio desapercibidas.
- Mayor impacto en niños mayores (más evidente en la ESO).
- Habilidades ejecutivas:
- Dificultades en planificar, organizar, iniciar o ejecutar conductas, monitorizar ejecuciones…
- Se evidencian evolutivamente.
Alteraciones emocionales y conductuales, como consecuencia de una disfunción de zonas que regulan la conducta y la emoción:
• Desinhibición: conductas sociales inapropiadas.
• Impulsividad.
• Aumento de la irritabilidad o rabietas: frecuentes en primeras etapas. Conductas oposicionistas y/o desafiantes.
• Fatiga y apatía: frecuente en primeras etapas. Confusión con depresión.
• Ansiedad: secundaria al aumento conciencia (perdida de capacidades).
• Depresión.
• Miedos: a los tratamientos, a volver a sufrir un DC, al futuro…
• Estrés postraumático: incluso aunque no haya una memoria continua de lo ocurrido.
Equipo: especializado y transdisciplinar
Los patrones de alteraciones neuropsicológicas derivados del daño cerebral no son estables, por lo que son necesarias valoraciones de seguimiento. Una vez que el niño ya iniciado el colegio puede presentarse fracaso escolar o problemas conductuales/emocionales. El tratamiento ha de centrarse en los déficits encontrados tras la exploración, el control de expectativas y en la prescripción de pautas de psicoeducación para la familia y el colegio que ayuden a abordar las dificultades.
Beatriz Gavilán hizo hincapié en la importancia de la rehabilitación especializada en manos de un equipo transdisciplinar con profesionales con formación específica. La intervención ha de ser individual, lo cual permitirá graduar el nivel de exigencia y conseguir el máximo desarrollo y autonomía del pequeño. Sin olvidar las valoraciones de seguimiento. “Es fundamental la colaboración entre todos los profesionales que rodean al niño (médico, profesores, orientadores…) como parte del equipo transdiciplinar“, remarcó.