La falta de control del efecto de la práctica en estudios longitudinales puede generar interpretaciones erróneas sobre el perfil de evolución de los déficits cognitivos. La investigación concluye que el patrón de recuperación tras un TCE varía en función del proceso cognitivo.
Los profesionales de los equipos de la Red Menni de Daño Cerebral mantienen vivo el contacto con colegas y con el mundo investigador y docente. En numerosas ocasiones hemos comentado que resulta muy importante mantener sinergias entre clínica, investigación y docencia para conseguir avances en neurorrehabilitación. Uno de los ejemplos más recientes de esta colaboración profesional se ha visto reflejado en el artículo ‘Evolución de las alteraciones cognitivas tras un traumatismo craneoencefálico: ¿hay mejoría tras controlar el efecto de la práctica?’, que ha sido publicado por la Revista de Neurología.
La importancia de conocer el patrón de evolución de los déficits cognitivos en los primeros meses tras un traumatismo craneoencefálico (TCE) ha fomentado el desarrollo de numerosos estudios longitudinales. Sin embargo, los resultados de muchos de ellos deberían tomarse con cautela debido a la falta de un control adecuado del efecto de la práctica, que puede llevar a sobreestimar la recuperación genuina de los procesos cognitivos. Esta publicación tiene por objetivo describir los cambios cognitivos entre las fases aguda y postaguda del TCE controlando el efecto de la práctica. El estudio forma parte de la tesis doctoral de Raquel Viejo Sobera (UOC), que ha codirigido Marcos Ríos Lago, coordinador de la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Beata María Ana, junto con José Antonio Periañez, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense. Firman el estudio, además, varios neurocirujanos del Hospital 12 de octubre: Marta Cicuendez, Ana Mª Castaño y Alfonso Lagares, así como otros dos profesores de Psicología de la Universidad Complutense: Genny Lubrini y Javier González-Marqués.
Veintidós pacientes realizaron dos evaluaciones neuropsicológicas tras el TCE (inmediata y tras seis meses) mediante los siguientes tests: Trail Making Test (A, B, B/A y B-A), test de Stroop (P, C, PC e interferencia), clave de números, búsqueda de símbolos, dígitos directos e inversos, fluidez verbal y memoria inmediata. Para controlar el efecto de la práctica se realizó una transformación de las puntuaciones aplicando el procedimiento propuesto por Calamia et al.
Los resultados de esta investigación constatan que antes de controlar el efecto de la práctica se evidenció una mejoría en las puntuaciones de todos los tests (p > 0,001). Sin embargo, tras él, la mejoría permaneció sólo en el Trail Making Test-B, B/A y B-A, la clave de números, la búsqueda de símbolos, el test de Stroop PC y los dígitos inversos.
Como conclusión se extrae que la falta de control del efecto de la práctica en estudios longitudinales puede generar interpretaciones erróneas sobre el perfil de evolución de los déficits cognitivos. El patrón de recuperación tras un TCE varía en función del proceso cognitivo.
“Este hallazgo permite extraer dos conclusiones principales. Por un lado, como ya se ha evidenciado en estudios anteriores, hay mejoría en los primeros meses tras el TCE, pero el patrón de evolución no es uniforme y varía en función del proceso cognitivo. Por lo tanto, la falta de control de los efectos de la práctica en situaciones de retest en algunos trabajos longitudinales precedentes podría haber generado interpretaciones erróneas de sus resultados. Este aspecto cobra especial relevancia en investigaciones sobre la efectividad de una intervención. Debido a que el efecto de la práctica generalmente conduce a mejores puntuaciones en el retets, la falta de su control podría llevar, por ejemplo, a incurrir en un error, interpretando como positivo el efecto de una intervención neutral”, concluyen los autores.
El artículo íntegro, publicado en inglés y español, puede descargarse en este enlace.