Sonsoles Baños Herraiz, terapeuta ocupacional, quiere compartir con este texto tan personal cómo se ha sentido trabajando en el Servicio de Rehabilitación de la Unidad de Daño Cerebral de Hermanas Hospitalarias en Madrid durante este extraño periodo.
Ahora que comenzamos la desescalada, que comenzamos a pasar de fase, comienzan los reencuentros, comienza la ‘nueva normalidad’.
En la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Beata María Ana, los pasillos de la unidad ambulatoria comenzaron a perder actividad asistencial la semana del 9 de marzo…. No sabíamos todavía bien a qué nos enfrentábamos, pero algunas personas usuarias por miedo, y otras por recomendación médica, tuvieron que ir abandonando las terapias presenciales…
El 14 de marzo se declaró el Estado de alarma, la unidad ambulatoria de rehabilitación cerró sus consultas, y los pacientes hospitalizados que no pudieron irse de alta por su situación clínica y/o social quedaron confinados en el hospital sin poder recibir visitas de sus seres queridos y familiares.
Todo el equipo rehabilitador nos pusimos entonces manos a la obra para poder adaptarnos a la nueva situación.
Por un lado, no perdimos la comunicación en ningún momento con nuestros pacientes ambulantes, escuchando sus demandas, sus miedos, sus rutinas diarias durante el confinamiento; animándoles a buscar y encontrar un equilibrio ocupacional en esta situación, dándoles el apoyo que necesitaban en las situaciones que nos describían, en definitiva, brindando nuestra ayuda a través del teléfono, del correo electrónico, de la telerrehabilitación…
Y por otro lado, estaban los pacientes con daño cerebral hospitalizados, a los que hemos intentado CUIDAR en el más estricto sentido de la palabra. Quizá ha sido su vulnerabilidad y percibir la soledad que podían llegar a sentir lo que nos hizo más que nunca sentirnos, creernos y mostrarnos como el gran equipo interdisciplinar que somos, donde cada cual, desde nuestra profesión, ha sabido poner lo mejor de ella para ofrecer en estos momentos una verdadera asistencia de calidad. Porque no voy a mentir cuando escribo que sentimos nerviosismo, ansiedad, miedo, caos, insomnio y muchas emociones más, además de la fatiga física que supone trabajar con un EPI, sobre todo los primeros días que comenzamos a enfrentarnos al coronavirus. Pero una vez más, la unión hace la fuerza, y el apoyo entre los compañeros mirando todos hacia una misma dirección, hicieron que nuestros pacientes salieran del COVID-19 con fuerza para comenzar de nuevo el camino de la rehabilitación funcional tras un daño cerebral.
Y en este punto quiero detenerme con una reflexión personal, y esta es el valor que creo hemos podido aportar durante estos meses en el trabajo con los pacientes hospitalizados con COVID-19. Creo que el trabajo en equipo que hemos realizado ha podido dotar de humanización a la asistencia hospitalaria, al haber intentado entre todos realizar un abordaje integral de la persona de manera individual con sus necesidades específicas en cada momento, un abordaje holístico, atendiendo a las dimensiones biológica, psicológica, social y conductual. Y todo ello gracias al trabajo armonioso de todo el equipo interdisciplinar (equipo médico, de enfermería y auxiliares; fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, logopedas, neuropsicólogos, trabajadora social…) ocupando cada el lugar que le correspondía, de la mejor manera que ha sabido y podido, con un objetivo común: dotar de calidad a los cuidados asistenciales desde la humanización.
Enormemente agradecida de haber sentido el apoyo de compañeros y compañeras en esta crisis, y orgullosa de haber crecido como profesional rodeada de este equipazo.
¡¡¡GRACIAS!!!
Sonsoles Baños