Iñigo Urrutikoetxea es uno de los ponentes del último ciclo de charlas monográficas para familiares y personas cuidadoras de pacientes con daño cerebral organizado por Aita Menni. Su exposición llevaba por título: “Abordaje de las dificultades cognitivas”. Le pedimos que nos explique en qué pueden consistir estas alteraciones y cómo pueden abordarse.
“¿La memoria te afecta cuando acudes al cajero a sacar dinero y no recuerdas la clave?”, preguntaba a uno de los pacientes presentes en la sala. “No, eso no. Pero me afecta a la memoria reciente“, le respondía. Con ejemplos de este tipo, este psicólogo clínico especialista en Neuropsicología del Centro de Neurorrehabilitación de Bilbao fue desgranando las distintas dificultades cognitivas que una persona puede acusar -a nivel de memoria, atención, cálculo, velocidad de procesamiento de la información, etc.- tras sufrir un daño cerebral adquirido.
– ¿Podrías describirnos las dificultades cognitivas, explicarnos qué son y por qué se producen?
Como sabemos, nuestro cerebro se ocupa tanto de las funciones vitales más básicas para nuestra supervivencia (ej. la respiración), como de aquellas otras, de mayor complejidad, que nos permiten conocer, ‘aprehender la realidad’, y dar respuesta a las demandas que nuestro medio nos plantea.
En relación a estas tareas más complejas, nuestro cerebro procesa la información que le llega del exterior (percepción) a través de nuestros sentidos (vista, oído, tacto, gusto, olfato), la pone en contacto con los conocimientos previamente adquiridos (experiencias) y, en función de las características de cada individuo y de las variables contextuales, toma decisiones y/o ‘responde’.
Para poder llevar a cabo este complejo procesamiento de la información, necesitamos de funciones tales como:
- la atención (sostenida, alternante, etc.)
- la memoria (reciente, remota, etc.)
- el lenguaje (expresión y comprensión oral y escrita),
- las funciones de reconocimiento (gnosias) y de programación motora (praxias),
- las funciones ejecutivas (categorización, resolución de problemas, planificación, etc.).
A estas funciones las llamamos de varias formas, entre otras: capacidades intelectuales, facultades mentales, funciones superiores o ‘funciones cognitivas‘.
Todas ellas son necesarias y, en la medida en que se vean afectadas, por ejemplo por una lesión cerebral, nuestra construcción de la realidad, nuestros pensamientos, nuestras cogniciones se van a ver interferidas, mediatizadas, sesgadas, etc. en función de variables como cuál es el proceso afectado o cuál es el grado de severidad de la lesión. Como es lógico, si nuestros pensamientos, nuestras construcciones de la realidad, no son correctas, las probabilidades de que nuestras decisiones tampoco lo sean se incrementan de forma notable.
Entre otras causas que explican el deterioro cognitivo se encuentran los procesos naturales del envejecimiento, los procesos patológicos que conllevan demencia y los procesos derivados del daño cerebral adquirido (ictus, TCE, tumores cerebrales, etc.). Es a estos últimos casos a los que prioritariamente atendemos diariamente en los diferentes dispositivos de nuestro Servicio de Daño Cerebral.
– ¿Cuáles son las más habituales como consecuencia de un DCA?
La variabilidad de las dificultades o déficits cognitivos es elevada, en tanto que dependerá de la zona cerebral afectada y, en consecuencia de las funciones de las que ésta se ocupe. No obstante, intentando sintetizarlo al máximo, podemos decir que predominan las alteraciones de la atención, de la memoria y del funcionamiento ejecutivo, en sus diferentes modalidades.
– ¿Somos capaces de reconocer estas dificultades? ¿Se les da la importancia que tienen en el día a día?
Para un observador profano, a diferencia de las alteraciones motoras, los déficits cognitivos pueden pasar desapercibidos cuando no son extremadamente severos, ser ‘invisibles’ desde el exterior, y solo se pondrán en evidencia cuando se dé una interacción con la persona afectada. Es más, en muchas ocasiones, si se trata de una interacción breve y superficial, también pueden pasar desapercibidas.
No obstante, los familiares del paciente, aunque quizá no sepan ponerles el nombre técnico a las dificultades que observan en la vida cotidiana, sí que son capaces de apreciar que está pasando algo, que su familiar comete errores que antes no cometía, que precisa de algún tipo de supervisión, etc.
Por otra parte, los profesionales, a través de la información obtenida en la entrevista familiar y del contacto directo con la persona afectada, disponemos de instrumentos de valoración que nos permiten concretar la presencia o no de las mismas, su grado de severidad y sus repercusiones en las diferentes esferas personal, socio-familiar y laboral. Con todo ello podemos elaborar un pronóstico y plantear un tratamiento (programa de rehabilitación) y/o unas recomendaciones.
La importancia que se da a las dificultades de este tipo va a depender tanto de la severidad de las mismas como del grado de exigencia de los entornos social y laboral, que se da en cada caso.
– La falta de comprensión de familias y personas allegadas de las secuelas en el ámbito psíquico, ¿qué tipo de conflictos puede conllevar?
La verdad es que en los últimos 25 años no solo ha avanzado la ciencia sino también la sociedad. En este sentido, nos encontramos con familiares que ya cuentan con una cierta información sobre la enfermedad y que comprenden y siguen las orientaciones que, como profesionales, les aportamos. Las redes sociales e internet están jugando un papel relevante también en nuestra área, lo que les permite obtener mucha información que, posteriormente, los profesionales vamos ajustando a cada caso.
No obstante, sí que en algunos casos la falta de conocimiento y comprensión de los déficits puede conllevar que le atribuyan a la persona afectada una mayor intencionalidad y responsabilidad sobre sus acciones, generando sentimientos de frustración y de culpa en el paciente, y de enfado en el familiar o cuidador.
– En qué consiste el tratamiento de estas dificultades cognitivas dentro de la rehabilitación del daño cerebral.
Si bien cada tratamiento debe ser individualizado y tener en cuenta las características de cada persona, son varios los factores que pueden contribuir a la mejora de las dificultades cognitivas en las personas que han sufrido un daño cerebral: tratamientos farmacológicos y/o quirúrgicos, especialmente en las fases iniciales; el seguimiento de hábitos saludables durante al menos los 12 primeros meses (dormir lo suficiente, contar con una buena dieta, no consumir alcohol ni otras sustancias, mantener unas rutinas y una estructuración de tiempos razonable, etc.); la ‘recuperación espontánea‘; la exposición progresiva tras la lesión a la ‘vida real’ y a un entorno de mayor exigencia, es decir a las actividades de la vida diaria básicas e instrumentales.
Por otra parte, contamos con la Rehabilitación Cognitiva de dichas dificultades que consistirá, tras la evaluación de las mismas, en la propuesta de alternativas terapéuticas dirigidas a:
- la restauración de la función lesionada: estimulación de las áreas afectadas (memoria, atención, etc.) a través de ejercicios específicos, en formatos de ‘papel y lápiz’ y/o informáticos a ejecutar en algunos casos desde el propio domicilio. El concepto de ‘gimnasia mental’ nos puede servir como un ejemplo fácil de entender.
- la sustitución o compensación de la función alterada, a través de ayudas externas y/o estrategias que posibiliten la ejecución de las tareas comprometidas. Un ejemplo fácil de entender es el de la implementación de una agenda en personas que presentan déficit de memoria.
- la psicoeducación del paciente y de sus familiares o cuidadores nos permite una mejor comprensión del proceso, incrementar la conciencia, ajustar las expectativas de las personas implicadas y, con todo ello favorecer la adaptación a la nueva realidad.
Para finalizar, Iñigo Urrutikoetxea quiere mandar un mensaje de esperanza, basado en la evolución que el área de la rehabilitación neuropsicológica ha tenido en los últimos 25 años. “Los más veteranos podemos analizar con una cierta perspectiva cómo estábamos antes y cómo estamos ahora, en diferentes parámetros: presencia de servicios especializados, implicación de instituciones públicas, papel relevante de asociaciones de familiares, avances tecnológicos, cantidad y calidad de profesionales dedicados a esta área… Queda mucho por hacer pero ya hay un camino iniciado y muchas personas recorriéndolo“, concluye.