Disartria infantil - 19 desembre, 2023
Por Ángela Fernández de Corres
Logopeda en el Centro de Neurorrehabilitación Aita Menni de Bilbao
La disartria infantil es una alteración neurológica que afecta al control de la articulación del habla. Los niños que presentan disartria tienen frecuentemente una respiración entrecortada e irregular, emiten los sonidos y las palabras con escaso aire, presentan una voz disfónica, nasalizada la mayoría de las veces y su articulación es muy dificultosa. Estas alteraciones hacen que su discurso sea muchas veces difícil de comprender.
La disartria infantil es causada por una afectación neurológica que surge bien desde el nacimiento, debido a problemas surgidos en el embarazo, durante o después del nacimiento, o bien durante la infancia, tras sufrir un traumatismo craneoencefálico, un accidente cerebrovascular o como consecuencia de una enfermedad neurológica.
Las lesiones producidas en el sistema nervioso central (SNC) pueden localizarse en diferentes puntos. En función de la localización en el SNC estableceremos distintos tipos de disartrias: espástica, flácida, atáxica, hiper o hipocinética y mixtas. La anartria sería el caso más extremo y grave de la disartria; los niños anártricos están imposibilitados para articular correctamente los fonemas de las palabras.
Tendremos en cuenta que el tratamiento del niño con disartria no puede ser abordado de manera exclusiva desde un punto de vista logopédico, ya que las alteraciones articulatorias son un trastorno específico derivado de la alteración motriz, pero no el único; de ahí la necesidad de un abordaje multidisciplinar en el que participarán diferentes profesionales.
La intervención ha de iniciarse lo más tempranamente posible, porque cuanto más pronto aprenda a controlar su habla y los elementos que en ella intervienen tanto mejor será su pronóstico.
Es a través de la valoración logopédica y neuropsicológica donde se estimará el grado de afectación fonoarticulatoria, el nivel cognitivo y la fase en la que se encuentra para de esta manera lograr el objetivo primordial, que es poder ayudar a estos niños a controlar los movimientos necesarios para la respiración y la articulación y así lograr un habla más inteligible.
La edad también cobra importancia, dado que la metodología a seguir no será la misma con un bebé que con un niño en edad escolar.
En etapas tempranas, de 1 a 5 años, la intervención es “indirecta”, a través del juego y de la interacción con el adulto. Nos encontramos con dificultades en las fases iniciales dado que empleamos técnicas de regulación del tono como es el “Método Castillo Morales” acompañado de terapia miofuncional, técnicas que suelen resultar en ocasiones “invasivas” dado que muchas de ellas se aplican a nivel inter e intraoral.
Por lo contrario, una vez que alcanzan los 6-7 años, siempre y cuando el nivel cognitivo sea aceptable, la intervención da un giro importante gracias a la toma de conciencia que influye directamente en el grado de colaboración. A esta edad son capaces de entender el porqué de algunos los ejercicios e incluso de sentir, más que de ver, los pequeños avances en la respiración, la articulación e incluso en el control de la saliva y en la alimentación.
Es en esta segunda fase, en la que podremos iniciar el trabajo de mayor control, como son las técnicas de control postural, de respiración y de coordinación fonorespiratoria, junto con actividades a nivel articulatorio y de ejecución de los diferentes fonemas de manera aislada, en sílabas y en palabras en sus diferentes posiciones y en frases. También lo haremos de forma lúdica, variando los materiales dado que termina siendo un trabajo muy repetitivo.
Como es de esperar, el papel de la familia y del colegio es sumamente importante para una correcta generalización del trabajo logopédico.
Para que su intervención sea efectiva recomendamos a los padres y/o cuidadores que estén presentes en gran parte de las sesiones de la terapia. Ellos son nuestro pilar fundamental en el tratamiento puesto que ellos deberán trasladar a su día a día todo lo que aprenden en las sesiones con el logopeda; ¡claro está!,sin dejar atrás su rol principal como padres. Por lo tanto, no ejercerán de profesionales exigiendo al niño de la misma manera que en las sesiones sino que aplicarán en el día a día las técnicas y ejercicios aprendidos pero en situaciones naturales, nunca como una imposición o momento de trabajo rehabilitador sino de forma “indirecta”, realizándolos en situaciones que surgen en la vida diaria, como puede ser en el momento del baño, a la hora del cepillado de dientes, antes de dormir o mientras les leen un cuento o simplemente juegan o pasean con ellos.
Con esto quiere resaltarse la gran importancia que tiene considerar la rehabilitación como un proceso global en el que muchas personas implicadas deben de lograr funcionar de forma sinérgica para que el resultado de la rehabilitación sea óptimo.