¿Qué es la flexibilidad cognitiva? - 24 juny, 2024
Escrito por:
– Ane Martínez Oficialdegi, psicóloga, estudiante del Máster de Neuropsicología. Servicio de Daño Cerebral, Hospital Aita Menni, Bilbao
– José Ignacio Quemada, psiquiatra y director de la Red Menni de Daño Cerebral
Cuando en el trabajo clínico cotidiano decimos que una persona es muy rígida o que no es capaz de adaptarse, estamos haciendo referencia a la ausencia de una capacidad que denominamos “flexibilidad cognitiva”. Es una habilidad que permite modificar el pensamiento y el comportamiento ante la aparición de nueva información o ante cambios de las circunstancias ambientales. Implica el abandono o la modificación de un plan previo para conseguir una mejor resolución de un problema o el logro de una meta. El objetivo de este artículo es explicar qué es la flexibilidad cognitiva y cómo se puede ver afectada tras un daño cerebral adquirido.
Antes de describir qué es la flexibilidad cognitiva es necesario retroceder un paso y tratar de entender en dónde se integra dentro del mapa de los procesos cognitivos. Hasta la fecha, muchos modelos teóricos enmarcan esta función cognitiva dentro de las funciones ejecutivas (FFEE), que son el conjunto de procesos cognitivos que permiten la gestión y regulación del comportamiento humano, facilitando la adaptación y la consecución de metas complejas. Estas funciones incluyen habilidades como la formulación de metas y su mantenimiento, la planificación de los pasos a dar, el control inhibitorio para frenar inercias inapropiadas, la memoria de trabajo, la toma de decisiones y, también, la flexibilidad cognitiva. Estos procesos que integran las funciones ejecutivas trabajan de forma coordinada entre sí y con íntima relación con otros procesos cognitivos tales como la atención o la memoria.
La vida cotidiana nos muestra errores en diferentes componentes de las funciones ejecutivas dando lugar a síntomas diferentes: la distraibilidad y pérdida de la meta, los errores en la planificación por infraestimación de la necesidad de recursos de tiempo o de esfuerzo, la impulsividad que interrumpe e interfiere en el progreso en la persecución de un objetivo o la rigidez por incapacidad de permitir que los cambios del entorno sean tenidos en cuenta en la reevaluación de un determinado plan.
Posibles causas de la rigidez cognitiva
Analicemos en mayor detalle las posibles causas de una rigidez cognitiva. Una de las situaciones posibles es el de la persona que mantiene el objetivo en mente y tiene diseñado un plan, pero cuyo sistema de monitorización del entorno y de reevaluación continua no funcionan adecuadamente. Mientras que una excesiva atención al entorno podría derivar en distraibilidad (interrupciones de la acción en curso para hacer otra), una ausencia de atención al entorno o la incapacidad para introducir esos cambios en la coctelera de la memoria de trabajo darán lugar a una conducta que nunca se modifica. El funcionamiento óptimo de la memoria de trabajo, ese escenario donde se procede al análisis y a la toma de decisiones, requiere de una porosidad que permita la entrada de nueva información y de un espacio suficiente para procesar esa información. Por lo tanto, los mecanismos cognitivos que pueden desembocar en una conducta rígida, con tanto la falta de entrada de la información ambiental nueva como la imposibilidad para procesarla a tiempo; tanto la reducción de la capacidad de la memoria de trabajo como el enlentecimiento en el procesamiento de la información, pueden dar lugar a la conducta inflexible. También son necesarios los mecanismos para tomar decisiones, valorando pros y contras de mantener la planificación marcada o de modificarla.
Los estudios de neuroimagen de personas con disfunción ejecutiva sugieren que el córtex prefrontal, especialmente la región dorso-lateral, está directamente implicado en dar soporte neuronal a estos procesos. Pero muchos estudios también señalan que la rigidez cognitiva y, en general, las disfunciones ejecutivas, pueden encontrarse en pacientes con lesiones en otras áreas cerebrales: regiones posteriores, estructuras subcorticales como el hipocampo, la amígdala y los ganglios basales. Entre el abanico de condiciones neurológicas y psiquiátricas, la rigidez la encontramos en enfermedades tan diferentes como la enfermedad de Alzheimer, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o el trastorno del espectro autista (TEA).
La neuropsicología clínica tiene entre sus objetivos la creación de modelos de procesos cognitivos y el desarrollo de herramientas o test de evaluación de dichos procesos. En el caso de la evaluación de la flexibilidad cognitiva podemos evaluarla con el Test de Fluidez Verbal, el Trail Making Test y/o el Test de Clasificación de Tarjetas de Wisconsin. En este último los errores perseverativos se producen cuando el sujeto evaluado se adhiere a una regla de clasificación que previamente fue correcta pero que ha sido cambiada por el examinador. En el test de fluidez verbal valoramos capacidad para evocar palabras de una determinada categoría semántica o fonológica, también estamos obteniendo una medida indirecta de la velocidad de procesamiento y de la memoria de trabajo necesaria para saber palabras ya emitidas. El TMT es exigente con la memoria de trabajo obligando a mantener en mente de forma simultánea reglas de aplicación, abecedario y series numéricas que han de combinarse. También aquí la velocidad de procesamiento de la información es importante. En entornos cotidianos la rigidez puede expresarse a través de la tozudez o mediante conductas perseverantes o estereotipadas. Estas conductas se manifiestan cuando una persona sigue repitiendo una acción, pensamiento o estrategia a pesar de que las circunstancias del entorno hayan cambiado. Una persona con una disminución de la flexibilidad cognitiva puede presentar dificultades para cambiar de planes, o para resolver problemas nuevos. Sus rutinas se tornan inflexibles. La observación directa de la conducta nos sirve en estos casos para identificar el síntoma.
Para concluir, en este artículo nos hemos detenido en analizar la flexibilidad cognitiva entendida como uno de los procesos habitualmente enmarcados dentro de las FFEE que permite la adaptación a un entorno dinámico y cambiante. Para su evaluación, contamos con pruebas estandarizadas que complementan a las observaciones de la conducta cotidiana. Proponemos que la flexibilidad cognitiva necesita alcanzar un equilibrio óptimo entre el mantenimiento de las metas y del plan de acción, por un lado, y la capacidad de cambio, por otro. Son muchos los procesos cognitivos que han de implicarse en una conducta flexible y resuelta, la memoria de trabajo, la planificación y formulación de metas, la inhibición, la velocidad de procesamiento y los mecanismos implicados en los cambios de planes previamente diseñados.