Presente y futuro de la psicología - 15 urria, 2024
Texto íntegro de la lección inaugural impartida por el doctor Marcos Ríos Lago, coordinador de nuestra Unidad de Daño Cerebral del Hospital Beata María Ana y profesor de la UNED, en la ceremonia de apertura del curso académico de la Universidad Europea del Atlántico.
Santander, 4 de septiembre de 2024.
Rector magnífico, autoridades, estimados profesores, queridos estudiantes, personal de administración y servicios, señoras y señores, amigas y amigos.
Debo comenzar mi intervención como debe hacerse en actos de esta naturaleza, y es agradeciendo la invitación a participar en un acto tan significativo para la vida universitaria como es la inauguración del curso académico, en este caso, el de la Universidad Europea del Atlántico.
Cuando recibí la invitación para impartir la lección inaugural del curso, no fui consciente al inicio de la gran responsabilidad que implica. Como veremos después, algunas ideas no las procesamos adecuadamente al inicio, y sobre todo no las procesamos a la velocidad adecuada, y requieren la madurez de unos días para tomar conciencia de su relevancia. Desde luego es un honor y una responsabilidad encontrarme hoy aquí.
Adquirir este compromiso se hace aún más relevante al acompañar en este acto a la entrega de la medalla de la universidad a las Hermanas Hospitalarias, institución a la que debo tanto desde que el Dr. Juan Manuel Muñoz Céspedes me invitó a formar parte del proyecto que iniciaba en Madrid hace 25 años para la rehabilitación de personas que han sufrido una lesión cerebral. Tras su fallecimiento, son varias las personas a las que debo mucho dentro de la institución, pero me referiré ahora solamente al Dr. Quemada, a quien acabamos de escuchar, por su ayuda constante, su criterio sereno, su supervisión y acompañamiento cercanos y por su capacidad para permanentemente pensar en cómo mejorar la vida de las personas que han sufrido una lesión cerebral, o tienen problemas de salud mental.
Así que, gracias a él, o por su culpa, es por lo que hoy estoy aquí para recoger algunas ideas sobre el “Presente y futuro de la psicología”.
Ya me gustaría disponer de las diapositivas que uso habitualmente, con cerebros vistosos que me resultan impresionantes, con la neuroimagen funcional colorida que cautivan (tomando conciencia de la posibilidad de “ver” de algún modo el funcionamiento del cerebro y de los procesos mentales).
Pero hoy, sin este apoyo visual, tengo que tratar de captar su atención durante los próximos minutos, con la herramienta principal que los psicólogos hemos tenido disponible para realizar nuestro trabajo: las palabras.
Desde sus orígenes, el uso de las palabras ha estado íntimamente relacionado con lo que hoy llamamos psicología. Incluso en los primeros intentos de hacer un análisis frío y científico del funcionamiento de la mente eran las palabras el objeto principal de estudio. La psicología es una ciencia joven. Nos gusta señalar que la fundación de la psicología como ciencia ocurrió en Leipzig, en el laboratorio de Psicología Experimental de Wundt, en 1879. Él utilizaba la introspección, la escucha del lenguaje interior que todos tenemos, como la manifestación de nuestra propia consciencia, para investigar el funcionamiento de la mente. Todas las variables psíquicas eran cuantificadas y controladas, y el uso de las palabras era estudiado con medidas objetivas como los tiempos de reacción para responder, así como las asociaciones que existían entre distintos términos.
Varios fueron los personajes que se beneficiaron de estancias en el laboratorio de Wundt, entre ellos, Emil Kraepelin, Eugen Teuber; en Rusia Vladimir M. Bechterev, contemporáneo de Pavlov; en los Estados Unidos, Charles Spearman (a quien debemos también procedimientos estadísticos de uso cotidiano), Edward Titchener, James Cattell y en España Eloy Luis André.
EL PRESENTE:
¿Qué podemos decir sobre el presente de la psicología?
Quizá la psicología es una disciplina a medio camino entre las ciencias y las humanidades. Nos hemos ocupado en dar la categoría de ciencia a la psicología, y no cabe duda de que el uso del método científico, la relación con la biología, con el análisis de sistemas complejos como el cerebro, la conexión con la física y la ingeniería, y todo lo que tiene que ver con la modelización del comportamiento, ha contribuido a ello.
Sin embargo, la psicología procede de las humanidades, y tal y como ocurre también con las personas y las instituciones, arrastramos una historia que forma parte inseparable de lo que es hoy. El estudio de la conducta en todos sus ámbitos: las emociones, las relaciones sociales, el dolor humano, la empatía, los fenómenos de masas… son elementos que todavía parecen difíciles de modelizar por completo, y cuyo tratamiento (e intuyo que esto no gustará en según que entornos), tiene también algo de arte.
La psicología, es una ciencia que ha evolucionado enormemente en las últimas décadas y que está jugando un papel crucial en la forma en que entendemos y mejoramos la salud mental y el comportamiento humano.
La psicología, más que nunca, es una parte integral de la vida cotidiana. Desde la creciente concienciación sobre la importancia del bienestar emocional hasta el uso de la tecnología para mejorar la atención psicológica, estamos en un punto donde esta disciplina está expandiendo su alcance y su impacto en formas que hace muy poco tiempo no imaginábamos.
En la actualidad la psicología es una disciplina extensa y compleja. Al observar los planes de estudios vemos cómo hay diferentes ámbitos incorporados: el ámbito educativo, industrial o empresarial, el social, la ciencia cognitiva y, por supuesto, el ámbito clínico.
Cuando observamos en qué lugares puede trabajar un psicólogo, la cuestión se hace aún más compleja. Los psicólogos tenemos cabida en lugares muy dispares. Como orientadores en un colegio, transformando cómo se enseña y se aprende, ayudando a los niños y adolescentes a superar barreras de aprendizaje. Como psicólogos de empresa, centrados en la salud mental en el entorno laboral, que hoy sabemos que optimiza el rendimiento de las personas, o en entornos especiales, como las misiones en la Antártida, en submarinos o en el espacio. Como psicólogos en la policía para acoger de forma cercana a una víctima de maltrato. Pero la psicología se está aplicando en una gama cada vez más amplia de áreas: como psicólogo en un club de fútbol o en un equipo de fórmula 1, o en los e-sports, asistiendo a los jugadores profesionales de videojuegos en el manejo del estrés, la concentración y el trabajo en equipo; en disciplinas emergentes como la psicología forense, que cada vez tienen más importancia en nuestro entorno, o incluso como diseñadores de personalidades para las nuevas herramientas de inteligencia artificial.
Tal es la complejidad que algunos autores comienzan a sugerir la división de la psicología en grados universitarios diferenciadas: psicología clínica como grado independiente, la psicología social vinculada a la sociología, la psicología industrial a las facultades de económicas, la educativa a las facultades de educación. Quizá esté cerca, pero mi pronóstico es que aún no ha llegado el momento. Sí quizá para estudios combinados, lo que ya ocurre, por ejemplo, con los estudios de criminología, que aglutina distintas disciplinas, entre las que está la psicología, para dar respuesta a un problema que la sociedad ha considerado relevante.
Dado lo extenso del tema, quizá valga la pena centrarse en algunos elementos que puedan ser un buen ejemplo del papel de la psicología en el presente, y lo haremos a partir de cuatro elementos de gran relevancia en la actualidad:
- vamos a hablar de un proceso cognitivo (y dedicaremos unos minutos a hablar de atención),
- hablaremos también de una situación clínica (de la salud mental y el bienestar psicológico), y
- diremos algo sobre una disciplina: la neurociencia y su relación con la psicología.
- Y por último dedicaremos unos minutos a hablar de la incorporación de la tecnología en nuestro ámbito.
LA ATENCIÓN
El estudio de los procesos mentales/cognitivos básicos tiene mucho sentido, no sólo por lo que aporta sobre el conocimiento de cómo funciona la mente, sino por su capacidad para generar respuestas a situaciones cotidianas potencialmente problemáticas, y por el potencial para para diseñar tratamientos altamente individualizados.
Qué podemos decir sobre LA ATENCIÓN: En primer lugar, me gustaría señalar que es un proceso cognitivo no tan conocido. Todo el mundo entiende lo que es la memoria, o la toma de decisiones, pero la atención se ha situado en un segundo plano y sólo en los últimos años se ha colocado en el lugar que creo que merece.
William James, en 1890, tratando de definir la atención dijo que “todo el mundo sabe lo que es la atención”. En la actualidad, casi podríamos parafrasear a James y decir que “todo el mundo se ha dado cuenta de la importancia de la atención”.
Es un proceso cognitivo complejo, que nos permite detectar la información relevante del entorno, descartar la irrelevante y nos ayuda a preparar las respuestas más adecuadas para cada estímulo. Tiene diferentes componentes: por ejemplo, la atención focalizada, que permite detectar sonidos o estímulos visuales y orientarnos hacia ellos; la atención selectiva, que permite extraer de un entorno ruidoso el mensaje relevante (como en una fiesta, donde somos capaces de eliminar el ruido de fondo, y quedarnos con lo que nos dice nuestro amigo) e incluso podemos realizar varias cosas al mismo tiempo, como planchar y ver la televisión simultáneamente. Pero su capacidad es limitada: por ejemplo, cuando en ese entorno ruidoso alguien nos dice algo que no comprendemos bien, nos acercamos y cerramos los ojos. ¿Por qué cerramos los ojos? Porque el sistema necesita limitar la información externa que nos llega, para centrarse en el estímulo relevante. O, ¿por qué cuando vamos a aparcar el coche bajamos el volumen de la radio? Nadie nos ha explicado cómo limitar la información que llega del entorno, pero nuestro sistema lo hace espontáneamente gracias a la optimización de la atención a lo largo de la evolución. Así, se trata de un proceso transversal, presente en todos los ámbitos de la vida y en todos los entornos laborales que hemos descrito. En situaciones de estrés puede cambiar, ante la presión del tiempo, en el deporte, en situaciones de tensión, etc. y el rendimiento y el éxito en las tareas depende de ello.
Y ¿por qué les cuento todas estas cuestiones teóricas? Porque la teoría ayuda a resolver problemas. Y cuanta más teoría conozcamos, más capacidad tendremos para resolver los pequeños errores que pueda tener la atención (mejorando el rendimiento de un conductor, o la atención de un niño en clase), pero también para tapar las “puertas traseras” que utilizan los especialistas en capturarla.
– Redes sociales, cadenas de televisión, compiten por nuestra atención. En el fondo compiten por nuestro tiempo. Y tienen auténticos expertos en psicología de la atención diseñando como hacer que no levantemos nuestra mirada de la pantalla del móvil y sigamos mirando todo aquello que “el algoritmo” ha decidido que debemos ver. Posiblemente si la población fuese consciente del grave riesgo que esto supone para nuestro funcionamiento mental, seríamos más cautos.
– Esto ha cambiado nuestro modo de procesar la información. Ahora lo hacemos de forma más superficial e imprecisa. Nos cuesta mantener la atención largos periodos de tiempo, no leemos aquello que ocupa más de 3-4 líneas, y lo vivimos con normalidad.
– Y la atención va acompañada inseparablemente de la velocidad. A mayor velocidad, menos atención. Y ¿en qué mundo vivimos? En uno cada vez más caracterizado por la rapidez. Si nos pasamos el día frenéticamente centrados en estímulos rápidos que procesamos de manera superficial, perdemos la ocasión de que el cerebro digiera lo que ha estado ocurriendo. Estamos perdiendo la capacidad de divagar. En situaciones de bajo estrés y seguridad, la divagación es un don, un placer que mueve la fuerza creativa.
Si, imaginamos a Newton tomando conciencia de la relevancia de la fuerza de la gravedad, lo hacemos pensando que está tranquilamente sentado en un prado inglés, observando el entorno o prestando atención a sus pensamientos, cuando de repente da con la clave para describir la ley de la gravedad. Pero no lo imaginamos corriendo acelerado.
Cuando pensamos en Arquímedes, al menos yo (serán mis recuerdos infantiles de cuando me explicaron su principio), me lo imagino tranquilamente en una bañera o en una piscina reflexionando serenamente sobre esas ideas que rondaban en su cabeza pero no era capaz de agarrar…. Y al estar tranquilamente dedicado a sus pensamientos, logra atar todos los cabos y describir su principio físico.
Sin embargo, esta capacidad para reflexionar de forma serena, para madurar las ideas, no son siempre compatibles con el estilo de vida actual.
Por esto la investigación básica es necesaria. Porque pone las bases para que ese conocimiento sea, a continuación, llevado al terreno aplicado, mejorando las vidas de quienes tienen alguno de los problemas descritos.
Fue al profesor Emilio Gutiérrez, catedrático de psicología de la universidad de Santiago de Compostela a quien le escuché hace años sugerir una hipótesis de por qué todas las escuelas de terapia en psicología dicen que funcionan. Para quien no esté muy al tanto de esta cuestión, en psicología hay diferentes abordajes terapéuticos: el cognitivo-conductual, el humanista, la terapia breve de Palo Alto, el psicoanálisis…. Nunca hubo un paradigma unificado en psicología. Incluso dentro de cada escuela, existen subescuelas a veces con diferencias irreconciliables… Pero todas ellas dicen que “su terapia” funciona. ¿Cómo es posible que enfoques tan dispares funcionen? Según el profesor Gutierrez, todas funcionan porque todas manejan la atención del paciente. Unas la dirigen hacia estímulos “beneficiosos” del entorno, otras dirigen la atención hacia estrategias de control de la conducta, otras hacia técnicas de relajación con un efecto beneficioso (aislándonos de los estímulos o pensamientos amenazantes y centrando nuestra atención en sensaciones más placenteras), y otras dirigen la atención hacia los padres, culpables de todos nuestros males, liberando al paciente de toda la responsabilidad y la culpa sobre lo que ocurre. (Perdonen la simplificación. Es algo más complejo, pero es cierto que se maneja la atención del paciente).
Así, la idea que me gustaría que sobreviviera en nuestras memorias es que saber mucho sobre cómo funcionan los procesos, la atención en este caso, nos va a ayudar a manejarla y a diseñar estrategias óptimas para ello, lo que, por extensión estará en la base de la solución de los problemas.
Y esto nos mete de lleno en el segundo tema del que quería hablar, la salud mental y el bienestar
SALUD MENTAL Y BIENESTAR
No cabe duda de que la filosofía primero y la psicología después, han tratado de responder a preguntas complejas, que han incluido el sufrimiento humano y sus posibles soluciones, algo que en la actualidad sigue haciendo, pero que, desde la pandemia por COVID en 2020, parece haberse hecho patente en la sociedad que antes era más reacia a acudir a un psicólogo, o al menos a reconocer que lo hacía.
En los últimos años se ha constatado que el bienestar mental es tan importante como el físico. Estamos viviendo un aumento en los diagnósticos de ansiedad, depresión y de otros problemas de salud mental. Algunas encuestas sugieren que entre el 10% y el 20% de la población en España ha consultado a un profesional de la salud mental en algún momento de sus vidas. Este porcentaje puede variar dependiendo de factores como la edad, el género y la región.
La creciente concienciación sobre la importancia de la salud mental y la disminución del estigma asociado han contribuido a que más personas busquen apoyo psicológico.
- Según la Sociedad Española de Psiquiatría, la demanda de atención en salud mental ha aumentado en alrededor de un 20% a 30% desde el inicio de la pandemia.
- Una encuesta del CIS en 2021 indicó que más del 40% de los españoles sintieron que su salud mental había empeorado tras la pandemia.
- Las cifras de suicidios son simplemente escalofriantes. La Fundación Española para la Prevención del Suicidio indica que, en 2023, hubo en torno a 13 suicidios al día (75% en hombres; con un aumento significativo en niños y adolescentes). Es la mayor cifra de suicidios registrada nunca en España, siendo el tercer año consecutivo en superarla.
No estoy seguro, pero si hay algo positivo en esta situación, es que la salud mental se ha puesto en el centro de la conversación pública y política, y estamos obligados a intervenir porque, además, tenemos el conocimiento para ello.
Los psicólogos estamos ante una situación casi inédita en el pasado, en la que tenemos una excelente oportunidad, pero también la responsabilidad, de dar respuesta firme y acertada a las dificultades presentes en la sociedad actual. De nosotros depende mostrar qué sabemos hacer, pero también mostrar qué es lo que no hacemos, y qué es lo que podemos hacer en compañía de otros profesionales como los psiquiatras, y otros profesionales de la salud.
No debemos olvidar que algunas de las causas pueden ser externas al individuo, y estar provocadas por una situación y contexto social concreto. Una situación económica, familiar, de pareja, social adversa posiblemente causará elevados niveles de estrés y cambios en el estado de ánimo, ideas limitantes y ahí la psicología podrá enseñar estrategias de “defensa” y gestión de esas situaciones.
Las estrategias de afrontamiento y el manejo del estrés parece que va a seguir siendo un área de interés crítico, especialmente si consideramos el aumento de los estresores externos por cambios en el entorno (social, político). Pero no debemos olvidar que, como sociedad, también será necesario ir a las causas, y no sólo al tratamiento paliativo para la auténtica resolución del problema.
Al mismo tiempo que esto ocurre, se viene generando en los últimos años un caldo de cultivo óptimo para la aparición de la psicología positiva. La psicología positiva no se enfoca solo en tratar patologías, sino en fomentar el bienestar, la felicidad y ha favorecido el uso generalizado de términos como resiliencia. Las intervenciones basadas en psicología positiva ayudan a las personas a desarrollar una mayor capacidad para enfrentar los desafíos de la vida con optimismo y proactividad. Este enfoque está siendo utilizado no solo en contextos clínicos, sino también en escuelas y empresas para mejorar la calidad de vida y la productividad.
No estoy seguro de cuánto me gusta este último enfoque de la psicología positiva (dado que no está exento de una cierta controversia), pero lo cierto es que está calando en la sociedad, poniendo en el centro de la vida el bienestar, con un cierto toque de hedonismo en algunos momentos, la evitación del malestar, y el uso de enfoques terapéuticos holísticos e integradores que incorporan la dimensión psicológica, pero también fisiológica del bienestar (recomendando hábitos saludables, el contacto social, dietas específicas y otras intervenciones).
No cabe duda de que esto es terreno abonado para las pseudociencias, con cierta difusión y predicamento en las redes sociales, participando activamente de las tan nombradas fake-news, y en un entorno necesitado de soluciones.
De nuevo el conocimiento robusto, bien asentado, alejado de los prejuicios, basado en pruebas, algo propio de disciplinas científicas y obtenido con procedimientos rigurosos, es lo que pueda aportar auténticas soluciones y debe guiar la adecuada toma de decisiones y el asesoramiento de quienes tienen capacidad para tomarlas.
Aunque gran parte de la psicología es, en la actualidad, científica, creo que una de las disciplinas que mayor rigor investigador está mostrando en este campo es todo lo relacionado con las Neurociencias.
NEUROCIENCIA COGNITIVA Y NEUROPSICOLOGÍA
Dentro de las Neurociencias, me gustaría destacar a la neuropsicología, que se centra en el estudio de las relaciones entre el cerebro y el comportamiento, tratando de establecer mapas cerebrales que nos hablen de cómo funciona la mente y cómo está implementada en el cerebro. También tiene una vertiente más clínica, tratando de comprender qué ocurre en el cerebro cuando queda afectado por una enfermedad como el alzheimer, la epilepsia, los ictus (por cierto, primera causa de muerte en mujeres) o los traumatismos craneoencefálicos, que son el objetivo de las evaluaciones y tratamientos diseñados por los neuropsicólogos.
La neuropsicología está centrada en la solución de problemas reales de quienes ha sufrido una lesión cerebral. Aunque sabemos que la capacidad de las neuronas para reproducirse es extremadamente limitada, sí sabemos que el cerebro tiene una cierta capacidad de reorganización (lo que llamamos plasticidad cerebral). Basándose en esa propiedad, existen dos abordajes principales en el tratamiento de las lesiones cerebrales. Por un lado, podemos intentar la recuperación de la función, de modo que la atención, la memoria, o el lenguaje, vuelvan a funcionar lo más parecido posible a como funcionaban antes de la lesión. Por otra parte, cuando esto no es posible (y lamentablemente no siempre lo es) podemos utilizar estrategias compensatorias a modo de ortopedia de los procesos cognitivos para minimizar el impacto de las dificultades en la vida cotidiana. Además, enseñamos a la familia a manejar esas situaciones, también desde un punto de vista emocional.
Entre los avances más increíbles para mí en este ámbito se encuentra que, hoy también podemos desplazar funciones de una región a otra del cerebro, para minimizar el impacto de intervenciones neuroquirúrgicas. Un paciente con un tumor cerebral cercano a las áreas del lenguaje corre riesgo de perderlo y tener problemas para comunicarse tras una intervención neuroquirúrgica. Mediante la implantación de electrodos en el cerebro ya somos capaces de, antes de intervenir, alejar el lenguaje de las áreas adyacentes, y sólo cuando otra región del cerebro ha asumido esa función, entonces intervenir sin riesgo para el paciente.
También es cierto que la literatura científica ha puesto de manifiesto la efectividad de la estimulación neuropsicológica como tratamiento coadyuvante en esquizofrenia o, incluso los trastornos de la conducta alimentaria. A modo de ejemplo se puede señalar que, gracias a la neurociencia cognitiva y a la investigación básica se sabe que tenemos dos vías cerebrales que nos permiten relacionarnos con los objetos del entorno: la vía ventral nos permite reconocer los objetos e identificar pequeños detalles; la vía dorsal nos permite saber cómo interactuar con esos objetos (realizar movimientos de alcance, coger con cuidado y saber desde donde se aproxima un objeto que viene hacia nosotros). Ambas vías funcionan de un modo equilibrado; digamos que están activadas de modo equivalente. Sin embargo, en la anorexia existe un desequilibrio entre ambas vías. Existe un aumento desproporcionado de la actividad cerebral de las regiones ventrales, lo que aumenta la capacidad de las chicas con anorexia para detectar los errores, los pequeños defectos que todos tenemos en la cara o en el cuerpo, y esto ocurre a costa de la activación de la vía dorsal, que nos permite analizar la globalidad, teniendo una percepción distorsionada de los espacios y los volúmenes. Este conocimiento, en manos de los neuropsicólogos está permitiendo el diseño de tareas y ejercicios que reequilibren la actividad entre ambas vías, recuperando la homeostasis perdida, y por extensión mejorando la capacidad perceptiva y el trastorno de la alimentación.
De nuevo la existencia del conocimiento bien asentado y basado en datos, al servicio de la solución de los problemas de salud de las personas.
Y hoy no me detendré a hablar de los análisis coste-efectividad, pero puedo anticipar que los tratamientos psicológicos son altamente coste-efectivos.
La existencia de equipos multidisciplinares es algo que conviene destacar en este ámbito. Los equipos altamente especializados, con profesionales bien entrenados y con una elevada pericia, suelen también ser equipos multidisciplinares.
Pero quizá donde se hace inevitable la existencia de estos equipos multidisciplinares, o transdisciplinares, como se dice ahora en algunas ocasiones, es el terreno del uso de las nuevas tecnologías.
NUEVAS TECNOLOGÍAS
La tecnología está presente indudablemente en nuestras vidas. Creo que todos los aquí presentes llevamos un teléfono cerca que nos permite no sólo hablar a distancia, pero hacer videollamadas, elegir la mejor ruta hasta nuestro destino, reservar un hotel, o nos recuerdan qué cita tenemos a continuación, y además podemos hacerlo sin tocar un solo botón, porque ahora también comprenden nuestra voz.
¿Esta tecnología nos ayuda o va a provocar que perdamos progresivamente algunas funciones? Quizá nos libere de nuestras actividades menos satisfactorias y podamos dedicar nuestros recursos cognitivos a cuestiones más útiles para la vida actual.
Uno de los desarrollos más emocionantes es la integración de la tecnología en la psicología. Las terapias digitales, la terapia on-line y el uso de realidad virtual están transformando la manera en que tratamos a los pacientes. En el futuro, podríamos ver terapias que combinen realidad aumentada con inteligencia artificial para tratar trastornos como el TEPT, la fobia social o incluso la rehabilitación cognitiva tras un daño cerebral. Y si además esto lo combinamos con las avanzadas técnicas de imagen cerebral, las técnicas de estimulación cerebral que ya tenemos en nuestro poder, junto con los elementos más tradicionales de la intervención psicológica. Reconozco que cuando tengo algunos datos de estos en mi poder me gusta fantasear con la idea de resolver alguna enfermedad.
Pero esto que quizá suena a ciencia ficción, empieza a estar disponible y viene a solucionar la accesibilidad a los servicios de tratamiento o rehabilitación.
Además, el big data y el uso de la inteligencia artificial se está convirtiendo en una herramienta clave.
Imaginemos un futuro en el que podamos predecir patrones de comportamiento y riesgos para la salud mental antes de que se conviertan en problemas graves. Imaginemos que podemos predecir un intento de suicidio tres días antes de que ocurra mediante un análisis lingüístico de la información volcada en las redes sociales. O imaginemos que podemos detectar, en tiempo real, un aumento de estrés en un paciente, y que el propio sistema le da pautas inmediatas sobre qué hacer y personalizar una intervención terapéutica. Y que todo esto ocurre gracias a un reloj que lleva el paciente. Esto puede suponer un cambio radical en la forma en que prevenimos y tratamos trastornos mentales.
Finalmente, un aspecto importante del futuro de la psicología es cómo manejaremos los retos éticos que plantea el uso de la tecnología, como la privacidad en la terapia digital y el impacto de los algoritmos. También es crucial abordar cómo aseguraremos que los avances en psicología sean accesibles a todas las personas, independientemente de su nivel socioeconómico o geográfico. Pero seguro que esta tecnología, mejorará la accesibilidad y la escalabilidad de los servicios de salud mental.
La inteligencia artificial va a cambiar muchas cosas. No es la primera vez que ocurren cambios tecnológicos con impacto social. El problema es que, en contra de lo que ha ocurrido en el pasado, las cosas puede que cambien a gran velocidad. Y quizá no estemos preparados para asumir estos cambios sociales con tanta rapidez, por lo que la salud mental puede verse en cuestión. Los psicólogos debemos ir por delante tratando de prever lo que va a ocurrir.
EL FUTURO Y CONCLUSIONES:
Alguien estará pensando que ya he consumido el tiempo disponible y aún no he hablado del futuro. Pero lo voy a resolver rápido, no se preocupen.
- Realmente no sé qué nos deparará el futuro. Pero sí sé que hay muchas personas e instituciones (y aquí debo nombrar de nuevo a las Hermanas Hospitalarias) invirtiendo mucho esfuerzo en el cuidado y atención de quienes lo necesitan, tanto de forma aplicada, como en el ámbito de la investigación. Se están produciendo avances increíbles. Las respuestas que no han llegado aún, llegarán.
- Pero quizá el futuro ya está aquí. Todas las cuestiones sobre las que hemos estado hablando, ya existen, ya están en manos de laboratorios de investigación, de empresas que las explotan, de centros clínicos avanzados que las están incorporando a sus tratamientos, y es sólo cuestión de tiempo que, aquellas que sobrevivan a la criba inicial, estén disponibles de forma generalizada.
En conclusión, el campo de la psicología está en la cúspide de los avances transformadores impulsados por colaboraciones multidisciplinares, innovaciones tecnológicas y un firme compromiso con el rigor metodológico. A medida que la psicología continúe cruzándose con otros dominios científicos, seremos testigos de una comprensión más precisa y completa de la mente y el comportamiento, que nos llevará a hallazgos científicamente sólidos y socialmente impactantes.
Creo que estamos viviendo un momento emocionante para la psicología. Hoy en día, es más accesible y relevante que nunca, y en el futuro, las nuevas tecnologías y los avances científicos seguirán empujando los límites de lo que es posible en términos de intervención y prevención.
Y ya termino, con una noticia de antes de ayer (el miércoles). Se ha publicado en una de las mejores revistas científicas el mapa completo del cerebro de un adulto (esto decía el titular). Cuando entras en el artículo, se refería al cerebro de un adulto de la mosca de la fruta, cuyo cerebro ocupa menos de un milímetro cúbico. La posibilidad de crearlo ha exigido herramientas de inteligencia artificial, pero también el trabajo 287 personas de 76 laboratorios de todo el mundo, además de voluntarios de la sociedad civil. Así, quizá veamos que el futuro de la psicología guarda progresivamente una estrecha relación con las tecnologías y la inteligencia artificial, pero también parece que el trabajo de las personas, lo que nos hace humanos, la cercanía en el trato, la observación cuidadosa, el acompañamiento en el dolor, el uso de la mirada atenta y el correcto uso de las palabras, seguirá todavía un buen rato con nosotros, algo que como a la psicología, caracteriza también a las Hermanas Hospitalarias.
Muchas gracias.