
Estimulación magnética transcraneal: una ventana a la plasticidad cerebral en rehabilitación - 6 ekaina, 2025
Cada vez con más fuerza, la estimulación magnética transcraneal —conocida por sus siglas en inglés, TMS— se está abriendo paso en los programas de rehabilitación neurológica de vanguardia. Esta técnica, que modula la actividad cerebral sin necesidad de cirugía ni medicación, permite influir directamente en cómo el cerebro se reorganiza tras una lesión. Este articulo pretende acercar los fundamentos, las aplicaciones y las claves clínicas de la TMS, una herramienta que representa un cambio de paradigma en la forma de acompañar la recuperación de nuestros pacientes.
Escrito por: Dr. Juan I. Marín Ojea
Especialista en Medicina Física y Rehabilitación. Servicio de Neurorrehabilitación y Daño Cerebral, Ospitalarioak Fundazioa Euskadi
Un nuevo lenguaje para el cerebro
La TMS no es una técnica futurista ni experimental. Es una forma concreta y científicamente respaldada de hablarle al cerebro en su propio lenguaje: el de la electricidad y la conectividad. Mediante una bobina que se coloca sobre el cuero cabelludo, se emiten pulsos magnéticos muy breves pero intensos, capaces de atravesar el cráneo y generar una corriente eléctrica controlada en la corteza cerebral.
A diferencia de la estimulación eléctrica convencional, la TMS no requiere electrodos implantados ni genera dolor. El paciente permanece despierto durante todo el proceso, que se realiza de forma ambulatoria, en sesiones de unos 20 a 30 minutos.
Este estímulo, cuando se aplica de manera repetida y con patrones específicos, tiene la capacidad de cambiar la forma en que las neuronas se comunican entre sí, facilitando o inhibiendo circuitos que participan en el movimiento, el lenguaje, la percepción o incluso el estado de ánimo.
La plasticidad como aliada
En rehabilitación sabemos que ningún tratamiento tiene sentido si no se apoya en la plasticidad cerebral. Esa capacidad de reorganización es la que permite que nuevas áreas del cerebro asuman funciones perdidas, que se establezcan rutas alternativas para el control motor, o que se recupere progresivamente una función tras un ictus o un traumatismo craneoencefálico.
La TMS actúa precisamente sobre esta plasticidad. Según el patrón y la frecuencia de los impulsos magnéticos, puede inducir fenómenos conocidos como potenciación a largo plazo (que fortalece las conexiones sinápticas) o depresión a largo plazo (que las debilita). De este modo, se puede facilitar la activación de zonas corticales deprimidas o, por el contrario, inhibir aquellas regiones que ejercen un efecto desorganizador sobre la recuperación.
En términos sencillos: con TMS podemos preparar al cerebro para que responda mejor al tratamiento rehabilitador. Lo hacemos más receptivo, más maleable. Como si abriéramos una ventana temporal durante la cual el aprendizaje motor, cognitivo o funcional se vuelve más eficaz.
Tipos de TMS: distintas formas de estimular
Existen diferentes formas de aplicar la TMS. Desde pulsos únicos utilizados en investigación o valoración de la integridad de la vía motora, hasta protocolos terapéuticos complejos como la TMS repetitiva o la estimulación tipo theta burst.
• La TMS de baja frecuencia (1 Hz o menos) se utiliza para disminuir la excitabilidad cortical. Por ejemplo, en un paciente con ictus, puede aplicarse sobre el hemisferio sano para reducir su interferencia.
• La TMS de alta frecuencia (5 Hz o más) busca el efecto contrario: estimular la corteza afectada por la lesión para ayudar a su recuperación.
• La Theta Burst Stimulation (TBS) es una modalidad más reciente que reproduce patrones fisiológicos del hipocampo. Con sesiones más breves, busca obtener efectos similares o incluso superiores a la TMS tradicional.
Cada protocolo tiene indicaciones y objetivos distintos, y debe ser cuidadosamente ajustado a cada paciente. El primer paso antes de iniciar cualquier tratamiento es la determinación del umbral motor —la mínima intensidad necesaria para inducir una respuesta muscular—, lo que permite personalizar la dosis de estimulación.
La sesión de estimulación no lo es todo: la clave está en lo que ocurre después
Uno de los aspectos más relevantes es que la TMS no debe considerarse un tratamiento aislado. Por sí sola, no “cura” ni “rehabilita”. Lo que hace es preparar el terreno para que el trabajo activo —la terapia funcional, la práctica intensiva, el reaprendizaje de habilidades— sea más eficaz.
Por eso, resulta crucial coordinar el trabajo entre profesionales: que el paciente realice ejercicios dirigidos inmediatamente después de la estimulación. Que esa ventana de plasticidad inducida no se desaproveche. Que cada terapeuta —ya sea fisioterapeuta, terapeuta ocupacional, logopeda o neuropsicólogo— tenga claro su papel dentro de ese proceso de consolidación.
¿En qué casos se aplica?
Aunque la TMS surgió y se consolidó inicialmente en el campo de la psiquiatría —particularmente para la depresión resistente—, en los últimos años su aplicación en neurología y rehabilitación ha crecido de forma exponencial.
Hoy en día, se emplea en contextos tan diversos como:
• Recuperación motora tras ictus, especialmente en casos con hemiparesia grave.
• Afasia post-ictus, con protocolos dirigidos a áreas del lenguaje.
• Negligencia espacial, con estimulación dirigida a restablecer el equilibrio interhemisférico.
• Dolor neuropático central, en lesiones medulares o esclerosis múltiple.
• Fatiga cognitiva, donde se estimulan áreas prefrontales para mejorar la atención sostenida.
• Parálisis cerebral infantil, con estudios en marcha que apuntan a mejoras en el control del tono y el movimiento.
Seguridad y selección de pacientes
La TMS cuenta con un excelente perfil de seguridad cuando se utilizan los protocolos aprobados. Los efectos secundarios más comunes son leves: cefalea transitoria, sensación de presión en la zona estimulada o fatiga. Las crisis epilépticas son extremadamente raras, y su riesgo se reduce aplicando las pautas adecuadas.
No obstante, existen contraindicaciones que deben respetarse escrupulosamente:
• Absolutas: implantes metálicos intracraneales, marcapasos u otros dispositivos electrónicos activos cerca de la cabeza.
• Relativas: epilepsia no controlada, embarazo, consumo de sustancias o problemas de adherencia terapéutica.
Una herramienta potente al servicio de un equipo comprometido
La TMS no sustituye al esfuerzo del paciente ni al trabajo del equipo rehabilitador. Pero sí representa una oportunidad para hacer que ese esfuerzo rinda más. Para facilitar que una neurona aprenda, que una red se reorganice, que un paciente logre un pequeño avance donde antes había un bloqueo.
En este sentido, cada profesional tiene un rol específico. El fisioterapeuta, consolidando patrones motores. El terapeuta ocupacional, conectando el cambio con la funcionalidad diaria. El logopeda, acompañando la reapropiación del lenguaje. El neuropsicólogo, seleccionando candidatos y modulando el impacto cognitivo y emocional.
La estimulación magnética transcraneal nos recuerda que el cerebro está vivo, que aprende, que cambia. Y que, con las herramientas adecuadas, aún tiene mucho que ofrecer después de una lesión.