¿Qué entendemos por cognición social? - 4 July, 2024
Escrito por:
– Zohartze Zalduegui De La Maza, psicóloga, estudiante del Máster de Neuropsicología. Servicio de Daño Cerebral, Hospital Aita Menni, Bilbao
– José Ignacio Quemada, psiquiatra y director de la Red Menni de Daño Cerebral
La cognición social hace referencia al conjunto de procesos psíquicos que nos capacitan para la interacción social. La empatía y la teoría de la mente son dos conceptos que han ocupado una posición central en este dominio, aunque en los últimos años se ha reconocido la importancia de procesos como el estilo atribucional, el reconocimiento emocional y la percepción social a la hora de explicar las relaciones interpersonales.
La relación entre el cerebro y la conducta humana es el ámbito de estudio de la neuropsicología clínica. Esta disciplina ha desarrollado modelos y estrategias de evaluación de un número creciente de procesos cognitivos, siendo la atención, la memoria y el lenguaje algunos de los mejor estudiados. Para explicar conductas más complejas que requieren planificación, mantenimiento de metas y monitorización, se han creado conceptos como el de las funciones ejecutivas. Otro ámbito de complejidad psíquica es el que subyace a la conducta social. Es un terreno clínico en el que los procesos cognitivos solos parecen no ser suficientes, y las emociones necesitan ser incorporadas a la ecuación explicativa. A todo este universo de los procesos psíquicos que sustentan el desempeño social de los individuos se le denomina “cognición social”. El propósito de este artículo es presentar este concepto y analizar algunas propuestas acerca de sus componentes.
La cognición social hace referencia al conjunto de procesos cognitivos y emocionales que utilizamos para desenvolvernos en el mundo social, en el terreno de las relaciones interpersonales y grupales. Nos capacita para crear una imagen de nosotros mismos y de los demás, nos permite adaptar nuestros comportamientos a la situación y al contexto en el que nos encontremos.
Dos conceptos han ocupado una posición central a la hora de explicar las relaciones interpersonales, la empatía y la teoría de la mente (ToM), aunque no siempre los límites de ambos han sido claros. Es decir, estos términos se han definido de forma amplia o más angosta. En las definiciones más contenidas, la empatía se presenta como un concepto emocional, ser capaz de sentir lo que siente la otra persona, y la teoría de la mente o mentalización, como un concepto más cognitivo, saber lo que la otra persona conoce. En ambos casos los autores han estirado esas definiciones y han hablado tanto de empatía cognitiva, como de ToM afectiva o caliente. Se ha utilizado la metáfora de la temperatura asimilando el calor con los afectos y el frío con los pensamientos o las cogniciones. Cuando se utilizan conceptos de empatía o de ToM amplios, el solapamiento de los campos semánticos es inevitable.
Tres conceptos más
Las formulaciones más recientes del concepto de cognición social utilizan tres conceptos más para describir este dominio.
En primer lugar, el estilo o sesgo atribucional que hace referencia a la forma en que cada individuo interpreta y explica las causas o la intencionalidad del comportamiento ajeno. Se habla de estilo atribucional interno cuando se explica la causa de un evento por medio de aspectos intrínsecos de la persona como, por ejemplo, la personalidad, la inteligencia, etc. Un ejemplo de ello sería que un niño piense que sus padres se han divorciado porque él es un mal hijo. El estilo atribucional externo, sin embargo, hace referencia a la explicación de un suceso basándose en aspectos ajenos al individuo, como puede ser la suerte, la implicación de otras personas, etc. Un ejemplo de ello sería pensar que la razón por la que tu cuadrilla no te ha avisado de la cena grupal que celebraron este sábado es porque no se acordaron de llamarte. La diferencia principal entre este proceso y la ToM radica en que, mientras que la ToM permite interpretar las intenciones y creencias, así como predecir el comportamiento ajeno, el estilo atribucional orienta o sesga la reflexión del porqué de esa conducta.
Un segundo concepto que forma parte de la cognición social es el reconocimiento emocional, definido como la capacidad para percibir y reconocer los estímulos emocionales, a través del reconocimiento de expresiones faciales, de la prosodia o del lenguaje corporal. Un ejemplo de ello sería interpretar que una persona está triste cuando le brotan lágrimas de los ojos, enfadada cuando habla con un tono brusco y frunciendo el ceño o nerviosa cuando se muerde las uñas.
Finalmente, la percepción social permite identificar los roles sociales de los interlocutores, así como conocer las normas que rigen el contexto y la situación concreta en la que se encuentra la persona. Este proceso permite situarse y adaptar el comportamiento al contexto en el que nos encontremos. Pensemos en el abanico que conforman situaciones como una consulta médica, una cita con la pareja o el acceso a un hotel. En todas estas situaciones hay roles diferenciados y normas de actuación cuyo conocimiento nos facilita una conducta adaptada.
Más allá de lo cognitivo
Los conceptos que conforman el constructo de la cognición social desbordan el marco de lo estrictamente cognitivo. Algunos autores agrupan los procesos psíquicos incluidos bajo el paraguas de la cognición social en los tres niveles del funcionamiento mental propuestos por Kant: los cognitivos, los afectivos y los volitivos. El agrupamiento cognitivo, también conocido como sistema de mentalización o ToM, hace referencia a la capacidad de inferir en los pensamientos de los demás. El agrupamiento afectivo permite captar los sentimientos de terceros y empatizar con ellos. Respecto a los procesos volitivos, se relacionan con impulsos activadores del comportamiento.
Entrando en mayor detalle, los procesos cognitivos se asocian a la capacidad para abstraer las creencias, valores, conductas y pensamientos de otros individuos. Para realizar inferencias en los estados mentales de otros es imprescindible el concurso de capacidades cognitivas como la memoria de trabajo, la memoria autobiográfica, la atención, la flexibilidad y el pensamiento abstracto.
El segundo agrupamiento, el afectivo, permite el reconocimiento de emociones propias y de otros individuos. Para ello se requiere de diversos procesos como la habilidad para identificar y reconocer emociones ajenas y propias, siendo capaces de identificarlas y etiquetarlas. La facilitación emocional, por otra parte, permite integrar las emociones en la forma de pensar, permitiendo que los sentimientos influyan sobre nuestros juicios. Asimismo, la comprensión emocional, permite comprender las causas por las que nos sentimos de una manera determinada, qué pensamientos nos generan esas emociones, así como ser consciente de las reacciones que nos provocan. Por último, el manejo emocional regula la reacción emocional ante situaciones intensas para evitar comportamientos desadaptativos.
Los procesos volitivos, ese último grupo de procesos psíquicos olvidados por parte de la psicopatología y la neuropsicología contemporánea, nos recuerdan su existencia a través de síndromes como la apatía. Los impulsos a la acción del ser humano son compartidos por otras especies animales, la supervivencia de los individuos y de la especie, por ejemplo. Pero el ser humano puede verse impulsado por otros propósitos también, pensemos, por ejemplo, en la búsqueda de conocimiento, la invención de herramientas, la respuesta a las grandes preguntas acerca del sentido de la existencia o la propia creación de belleza.
En conclusión, la cognición social hace referencia al conjunto de procesos psíquicos que nos capacitan para la interacción social. La empatía y la teoría de la mente son dos conceptos que han ocupado una posición central en este dominio, aunque en los últimos años se ha reconocido la importancia de procesos como el estilo atribucional, el reconocimiento emocional y la percepción social a la hora de explicar las relaciones interpersonales. Las últimas publicaciones integran estos procesos en un modelo organizado en dos niveles claramente representados (cognitivos y emocionales) y con menor frecuencia, algunos autores describen un tercer nivel (volitivos). Además, defienden que la cognición social requiere de modelos que los integren.