Cáncer infantil y alimentación - 19 December, 2023
La radioterapia en cabeza, cuello y tórax puede ocasionar pérdida de apetito, alteraciones de la percepción de sabores, sequedad de boca (xerostomía), dificultades deglutorias (disfagia) que comprometen la vía aérea, además de provocar caries e infecciones, náuseas, vómitos, etc. Así mismo, cirugías de cabeza y cuello pueden provocar problemas al masticar o al tragar alimentos. Hacer una evaluación temprana desde el área de logopedia beneficia el estado nutricional, y por ende el enfrentamiento a la enfermedad, y la calidad de vida durante el tratamiento y la recuperación después del mismo.
Escrito por:
Olivia Prades Claessens, logopeda pediátrica de la Unidad de Daño Cerebral de Hermanas Hospitalarias Valencia
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El tratamiento químico y radiológico en población infantil con cáncer de cabeza y cuello conlleva un impacto y repercute en la eficiencia de la alimentación y en la deglución.
La adecuada nutrición durante los procesos de tratamiento, sean quirúrgicos, por quimioterapia o radioterapia, es fundamental para soportar y superar el cáncer. El déficit de nutrientes necesarios para el organismo aumentará la probabilidad de procesos infecciosos, disminución inmunitaria, menor tolerancia a los tratamientos, apatía y debilidad.
En pediatría observamos que, según la edad del paciente, localización del tumor y desarrollo adquirido de la masticación, previo al tratamiento citotóxico, nos encontramos con dificultades tanto en el procesamiento sensorial, como en la función motora, pudiendo verse afectada la comunicación del sistema nervioso y el sistema motor, dificultando la adecuada adquisición del patrón masticatorio, la correcta funcionalidad esofágica etc.
La quimioterapia afectará principalmente a sentido del gusto y olfato, produciendo vómitos, náuseas, alteración de respuesta digestiva, falta de apetito, mucositis e inflamación de la boca etc., aunque la frecuencia y gravedad variará en función del fármaco y dosis administrada.
La radioterapia en cabeza, cuello y tórax puede ocasionar pérdida de apetito, alteraciones de la percepción de sabores, sequedad de boca (xerostomía), dificultades deglutorias (disfagia) que comprometen la vía aérea, además de provocar caries e infecciones, náuseas, vómitos, etc.
Los efectos secundarios de la cirugía dependerán mucho de la zona en que se realice. Cirugías de cabeza y cuello pueden provocar problemas al masticar o al tragar alimentos.
Durante dichos tratamientos se evidencian pérdidas de peso y alteración en el gusto por la comida, alteraciones que afectan al gusto, al olfato y a la interopropiocepción (sensación de apetito) que, si bien se pueden normalizar al concluir el tratamiento, no siempre se resuelven por sí solos. A su vez pueden implicar dificultad en la preparación y deglución de los alimentos sólidos.
Dificultades sensoriales
A nivel sensorial, es fundamental asegurar un adecuado estado nutricional del paciente, por lo que en los casos en los que el niño o niña presenta dificultades para preparar el bolo y tragarlo, hay un rechazo/miedo severo a alimentarse, se ha perdido el apetito, aparecen problemas digestivos o cuando las necesidades son tan grandes que no pueden alcanzarse mediante la ingestión normal, se administra la alimentación a través de una sonda nasogástrica (SNG). En aquellos casos en que el aparato digestivo no es funcional, se recurre a la nutrición por vía intravenosa o parenteral.
En niño/as portadores de sonda nasogástrica, intubaciones, largas hospitalizaciones, con falta de estimulación oral, etc. durante largos periodos pueden aparecer dificultades de base sensorial en la alimentación.
Si se trata de pacientes muy pequeños la prolongación de alimentación enteral o parenteral puede dificultar la adquisición motora del patrón masticatorio (trastornos deglutorios), alteración en la fase oral de la alimentación y/o disfagia orofaríngea.
Independientemente de la edad, tal y como sucede en personas adultas, el acto de comer deja de ser placentero y agradable para convertirse en un momento de conflicto y conductas disruptivas que provocan en aversión y rechazo, fomentando conductas de evitación y aislamiento. La comida les sabe “raro”, tiene un gusto metálico, o incluso “mal sabor”, “todo se ha vuelto malo”… A su vez suelen presentar también sequedad de boca, que no mejora necesariamente con la ingesta de líquidos. Un buen número de niños y niñas con cáncer rechazan determinadas texturas, viscosidades y sabores, dada la alteración perceptiva en el sabor de los alimentos (disgeusia), agudeza gustativa (ageusia o hipogeusia), refieren que “la comida ni huele ni sabe”, odinofagia (dolor al tragar), miedo a atragantarse, dificultad al preparar el alimento, (xerostomía) saliva insuficiente etc. Estas dificultades y sensaciones alteran no solo el estado nutricional y la calidad de vida de vida del niño/a, sino de toda la familia y su entorno más cercano.
Las/os niñas/os pequeñas/os con menos experiencias orales pueden presentar a su vez dificultades sensoriales tanto en la discriminación de los alimentos, como en su modulación. En cuanto a la discriminación de alimentos, podrán tener dificultades por falta de experiencias en reconocer o percibir adecuadamente el tipo de textura, la dureza, su ubicación en la cavidad bucal, etc., lo cual dificulta el manejo de los mismos, lo que implica dificultades a la hora de preparar y cohesionar el bolo, que a su vez puede implicar atragantamientos, descoordinación con la función respiratoria, miedos, etc. Respecto a la modulación encontraremos respuestas de alerta desmedida a determinados sabores o texturas, especialmente cuando se asocien a malas experiencias previas.
Ante la aparición de estas alteraciones en la percepción alimentaria se pueden sugerir pautas tales como evitar olores ambientales fuertes, especialmente en los espacios dedicados a comer, tomar alimentos fríos sin llegar a temperaturas extremas, chupetear cubitos de hielo, estimular el apetito con olores como el de ‘pan recién hecho’, identificar y sustituir los alimentos que le producen sabores desagradables -sobre todo los ácidos-, usar especias potenciadoras del sabor como la albahaca, orégano, tomillo, etc. Se pueden utilizar fármacos estimuladores de la salivación. Por otro lado, es imprescindible mantener una buena higiene oral así como disminuir la respuesta sensorial reemplazando los cubiertos metálicos por otros de plástico o bambú con menor carga neurosensorial, y tratar de aumentar la ingesta de líquidos fríos, beber con pajita, uso de gelatinas o espumas y un largo etcétera.
Suma de un proceso neurológico complejo y varios sistemas
A nivel motor, comer es un aprendizaje que hacemos desde el momento del nacimiento, pasando por diversas fases evolutivas. Succión coordinada con la respiración, preparación del bolo y tragado en alimentación complementaria, masticación etc. Todo ello requiere de la suma de un proceso neurológico, la coordinación correcta de varios sistemas (cardiorespiratorio, deglutorio, digestivo, craneofacial etc.) y un control sensoriomotor tanto de nuestro cuerpo y postura, como del sistema estomatognático ( Atm, mandíbula, musculatura oral y perioral, laringe, esófago etc). Según las características del peque y su problemática deglutoria, diferenciaremos entre disfagia y/o trastorno de la deglución (el compromiso de la eficacia y la seguridad marcarán la diferencia). La disfagia no es una enfermedad, sino un síntoma que nos indica que hay una afectación neurológica o anatómica.
Los niños más pequeños hospitalizados con alimentaciones alternativas no suelen recibir los estímulos orales y motores adecuados; carecen de dichas experiencias, lo que repercute y favorece que puedan presentar dificultades en el correcto aprendizaje y desarrollo de estas funciones, lo cual afecta a la seguridad y eficacia de la deglución, que tendrá un impacto y consecuencias en la eficiencia (estado nutricional) y confortabilidad alimentaria. No podemos olvidar el proceso emocional que viven estas familias, y la importancia que tienen todas estas experiencias negativas emocionales y orales, los miedos y aversiones que se crean.
La alimentación implica diversos profesionales sanitarios tales como oncólogos, gastroenterólogos y digestivos, nutricionistas, enfermeros, terapeutas ocupacionales, psicólogos… pero el responsable de la correcta funcionalidad de la deglución es el logopeda que, desde la detección de déficits, debería valorar en conjunto con el resto del equipo médico las dificultades en cada caso y niño/a. Hacer una evaluación temprana beneficia el estado nutricional, y por ende el enfrentamiento a la enfermedad, y la calidad de vida durante el tratamiento y la recuperación después del mismo.
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