Esperanza de vida tras un ictus - 15 noviembre, 2021
Diversos estudios sobre la supervivencia tras un ictus coinciden al señalar una clara reducción en la esperanza de vida acompañada, en muchos casos, de una reducción de la calidad de vida o, al menos, un aumento de las dificultades cotidianas. También en que la esperanza de vida aumenta con los cuidados y la mejoría asociada a los programas de rehabilitación. Los resultados ponen de manifiesto la necesidad de una rehabilitación adecuada tras el ictus: la mayor implantación de programas efectivos permite pronosticar un aumento de la esperanza de vida con un menor impacto de las dificultades tanto en el paciente como en su entorno más inmediato.
Escrito por:
Dr. Marcos Ríos Lago, neuropsicólogo y coordinador de la
Unidad de Daño Cerebral del Hospital Beata María Ana. Madrid
A lo largo de los años, la esperanza de vida ha ido aumentando progresivamente en la mayoría de los países del primer mundo. Este aumento se estima en unos dos años por cada década durante el último siglo en los países que han mostrado un mayor aumento (Meyer et al., 2020). Pese a que este aumento está ocurriendo también en numerosos grupos clínicos, algo ligado al cuidado de los enfermos y a los avances en la medicina y tecnologías asociadas, el cambio en la esperanza de vida es menor que en la población general.
Los ictus son una causa muy frecuente de muerte y discapacidad en el mundo desarrollado. Se sabe que uno de los factores que afecta en mayor medida a la supervivencia a largo plazo de las personas que han tenido un ictus es la gravedad de la discapacidad. Algunos trabajos han mostrado como esta discapacidad o su opuesto, la funcionalidad, se relacionan claramente con el riesgo de muerte. Otros factores como la edad y la gravedad inicial del ictus también determinan la supervivencia tras un ictus. De este modo, la esperanza de vida aumenta con los cuidados y la mejoría asociada a los programas de rehabilitación.
Algunos autores han calculado la esperanza de vida incorporando algunas medidas del grado de incapacidad o dependencia en las actividades de la vida diaria (Shavelle et al., 2019). Sus resultados muestran que, en todos los grupos de edad, tanto en hombres como en mujeres, se produce una disminución de la esperanza de vida tras un ictus.
De igual forma, el trabajo de Chiu et al., (2019) muestra que los supervivientes a un ictus pueden tener una esperanza de vida menor que las personas sin ictus. Además, sus resultados también señalan que la esperanza de vida va a implicar un cierto nivel de discapacidad, reduciendo también lo que llaman “esperanza de vida libre de discapacidad”, de modo que los años que restan por vivir irán acompañados de dificultades que pueden tener un importante impacto en la vida cotidiana.
En esta misma línea Jia et al. (2013) estudian la esperanza de vida junto con la calidad de vida. Sus resultados muestran una reducción de esperanza de vida de 12,4 años en pacientes con ictus. Además, la calidad de vida de estas personas también se ve mermada, destacando la pérdida en el grupo de ictus frente a la diabetes, hipertensión, asma y problemas cardiacos.
Otros, como Meyer et al., (2020) han comparado la esperanza de vida a los 65 años entre diferentes grupos de personas que han sufrido una enfermedad grave (ictus entre ellas). Sus resultados indican que la esperanza de vida es superior en individuos sanos que en los grupos patológicos. Además, esta sigue aumentando, y lo hace más en pacientes con ictus (y en otras poblaciones patológicas) que en la población general, aunque no lo suficiente como para igualarla. Esta mejoría es mayor en hombres que en mujeres (aunque aún están lejos de la extensa esperanza de vida que muestran las mujeres), pero en ambos casos, va estrechando la distancia con respecto al grupo de personas sanas. Al comparar los ictus con otros grupos clínicos, es importante señalar que los ictus isquémicos muestran mayor esperanza de vida que los hemorrágicos, situándose entre las enfermedades graves con mayor esperanza de vida, y los hemorrágicos con las que la ven más acortada (ver figura). Estos autores señalan que el aumento de la esperanza de vida puede estar relacionado con la prevención.
En general todos los autores que han abordado esta cuestión coinciden al señalar una clara reducción en la esperanza de vida acompañada, en muchos casos, de una reducción de la calidad de vida o, al menos, un aumento de las dificultades cotidianas.
Por lo tanto, tiene un gran interés conocer si el aumento de la esperanza de vida va acompañado del aumento del tiempo de vida sin enfermedad. De este modo, un aumento de la esperanza de vida en estos pacientes debe ir acompañado de políticas sanitarias de prevención, de estrategias de intervención una vez ocurrida la lesión cerebral, de planes de envejecimiento activo adaptado a las necesidades específicas de los pacientes con ictus (algo extrapolable a otros tipos de lesión cerebral adquirida).
El trabajo de Martínez-Bneyto et al., (2011) muestra que la reducción de la esperanza de vida ocurre en todos los rangos de edad, con independencia de la edad a la que ocurra el ictus. Pese a eso, la esperanza de vida de aquellos que han sufrido un ictus en edades más tempranas va a ser muy larga (por ejemplo, de 53 años en personas que sufren un ictus a los 25, o de 35 en personas que lo sufren a los 45 años). Además, el hecho de que el número de supervivientes a un ictus haya aumentado, y al hecho de que muchos de los afectados sean personas jóvenes hace pensar en los elevados costes personales y económicos de esta condición de salud, por lo que un adecuado tratamiento reducirá la discapacidad y, por extensión, los costes asociados al ictus (Maaijwee et al., 2014).
Profundizando en esta idea, el trabajo de Shavelle et al. (2019) señala que la presencia de rehabilitación es un factor muy relevante que considerar. Estas intervenciones permiten mejorar el estado funcional, además de la cantidad y calidad de vida. Las personas que no reciben rehabilitación alcanzan menores niveles de bienestar, y ven reducida en mayor medida su esperanza de vida. Estos resultados ponen de manifiesto la necesidad de una rehabilitación adecuada tras el ictus, lo que debería tenerse en cuenta en el momento de valorar el coste real de las intervenciones o, más aún, la ausencia de ellas.
El conocimiento de estos factores es relevante para el asesoramiento adecuado a los pacientes con ictus en el ámbito clínico/médico, pero también para la planificación financiera, dados los costes que se pueden derivar de los programas de intervención y mantenimiento a largo plazo, así como la posible existencia de gastos asociados a la discapacidad.
Hay margen para el optimismo, ya que el conocimiento de la población de las consecuencias de una lesión cerebral, el aumento del conocimiento sobre los programas de intervención más efectivos y la mayor implantación de estos programas permite pronosticar un aumento de la esperanza de vida con un menor impacto de las dificultades tanto en el paciente como en su entorno más inmediato.
REFERENCIAS
- Chiu CT, Yong V, Chen HW, Saito Y. Disabled life expectancy with and without stroke: a 10-year Japanese prospective cohort study. Qual Life Res. 2019;28(11):3055-3064.
- DuGoff EH, Canudas-Romo V, Buttorff C, Leff B, Anderson GF. Multiple chronic conditions and life expectancy: a life table analysis. Med Care. 2014;52(8):688-94.
- Fang XH, Zimmer Z, Kaneda T, Tang Z, Xiang MJ. Stroke and active life expectancy among older adults in Beijing, China. Disabil Rehabil. 2009;31(9):701-11.
- Jia H, Zack MM, Thompson WW. The effects of diabetes, hypertension, asthma, heart disease, and stroke on quality-adjusted life expectancy. Value Health. 2013;16(1):140-7.
- Laditka JN, Laditka SB. Stroke and active life expectancy in the United States, 1999-2009. Disabil Health J. 2014;7(4):472-7.
- Maaijwee NA, Rutten-Jacobs LC, Schaapsmeerders P, van Dijk EJ, de Leeuw FE. Ischaemic stroke in young adults: risk factors and long-term consequences. Nat Rev Neurol. 2014;10(6):315-25.
- Martínez-Beneyto V, Brugulat-Guiteras P, Mompart-Penina A, Rosas-Ruiz A, Tresserras-Gaju R. Impacto de los trastornos crónicos en la esperanza de vida de la población de Cataluña en 1994 y 2006. Med Clin (Barc). 2011;137 Suppl 2:9-15.
- Meyer AC, Drefahl S, Ahlbom A, Lambe M, Modig K. Trends in life expectancy: did the gap between the healthy and the ill widen or close? BMC Med. 2020;18(1):41.
- Platt OS, Brambilla DJ, Rosse WF, Milner PF, Castro O, Steinberg MH, Klug PP. Mortality in sickle cell disease. Life expectancy and risk factors for early death. N Engl J Med. 1994; 9;330(23):1639-44.
- Reeves MJ, Bushnell CD, Howard G, Gargano JW, Duncan PW, Lynch G, Khatiwoda A, Lisabeth L. Sex differences in stroke: epidemiology, clinical presentation, medical care, and outcomes. Lancet Neurol. 2008;7(10):915-26.
- Shavelle RM, Brooks JC, Strauss DJ, Turner-Stokes L. Life Expectancy after Stroke Based On Age, Sex, and Rankin Grade of Disability: A Synthesis. J Stroke Cerebrovasc Dis. 2019;28(12):104450.
Tengo 64 años, 14 desde un acv isquémico .Mínima secuelas físicas, emocionalmente el deterioro crece ,no soy el mismo, nadie te comprende , solo el que paso por lo mismo.
Muchas gracias por compartir tu viviencia, Luis.
Un afectuoso saludo y mucho ánimo
Le llaman secuelas invisibles no lo entiende nadie que no haya pasado x eso
Le llaman secuelas invisibles
No las entiende nadie porque no las ven pero están ahí
A los 62 años tuve un acv izquémico,la única secuela es la sensibilidad en la mano izquierda en generalmuy sana, hoy tengo 65 años…cuanta esperanza de vida tendría??
Estimada Gloria:
Sentimos no poder responder a esta cuestión, máxime sin siquiera haber realizado una valoración. La esperanza de vida depende de múltiples factores y puede variar de una persona a otra. Es importante el estado de salud general, mantener una dieta equilibrada, hacer ejercicio regular y controlar los factores de riesgo, como la presión arterial alta, la diabetes y el colesterol alto, para prevenir futuros ACVs o complicaciones de salud. También el apoyo emocional y social puede desempeñar un papel importante en tu bienestar emocional y físico. La terapia de rehabilitación puede ayudar a recuperar funciones y mejorar la calidad de vida. En cualquier caso, lo más importante es disfrutar de cada día.
Esperando haber sido de ayuda, recibe un cordial saludo
Mi nombre es Vidal y tengo tan solo 18 años y 1 mes con acv isquemico, minina afectación física, emocionalmente destrozado nadie sabe lo que pasa por tu cabeza…
Nos hacemos una idea, Vidal. Y es importante que lo hagas saber. Quizá esta noticia que acabamos de publicar sobre el DCA invisible pueda servirte de ayuda.
Un saludo y mucho ánimo